Todavía me dura esa especie de resaca pacífica que tan bien reconocemos los que caminan, esa que te deja una laxitud corporal que a la mente se extiende, creando una sensación de vacío que se agradece, junto con diferentes sensaciones que contienen diferentes matices a las que acuden diferentes palabras que describan el estado, y ninguna parece que sirve.
Ya en julio se había ofrecido para guiar esta ruta una de las Nómadas; enseguida me atrajo el planteamiento: caminar por senderos pegados al río, en este caso el Ulla, sombras frescas acompañando a los pasos, todas las oportunidades de baño que quisiésemos, y trás un verano en el que las visitas al río han sido ausencias añoradas para mí, acepté enseguida el ofrecimiento a pesar de que nuestro guía habitual en los últimos meses tiene un buen fondo de armario al que podríamos echarle mano, o yo misma teniendo un par de rutas, o tres, que también hubiesen sido posibles.