Entrimo con Caminhantes, gratos encuentros


Fotos de Marcos

Tras un viaje ameno hasta Entrimo pasando por Castro Laboreiro llegamos los cinco primeros Caminhantes, los únicos que pernoctarían esa noche ya que los demás irían llegando al día siguiente pues la hora de salida para patear eran las diez de la mañana.

Dejamos nuestras cosas en las habitaciones y salimos a dar una vuelta por el pueblo con la intención de estirar un poco las piernas y de encontrar un sitio dónde nos diesen algo de cenar. Una vez cenados nos entretuvimos en buscar algún lugar dónde tomar un café antes de retirarnos y acabamos en un café con un ambiente de día y otro bien diferente por la noche, con su bola de discoteca, su cartel de karaoke y su música pachanguera entre cumbias mezcladas con música folklórica portuguesa ( notándose la influencia de la frontera con Portugal ) y canciones del año catapum chin pum.


Dos rubias impresionantes, jovencísimas, portuguesinhas y con unos taconazos que eran más altos que nuestra estatura se encargaban de servir las copas, de entretener a la clientela, de hacer de DJs, de gogós y de dejarles claro a las bailongas de turno que estábamos en su territorio, cosa que a las féminas caminantes tampoco nos importaba mucho porque a estas alturas de la película nuestra única competencia era pasárnoslo bien e intentar echar un baile ( ya que eso es lo que asomaba en nuestro panorama ) antes de retirarnos a dormir que mañana sería otro glorioso día. Nos entretuvimos un buen rato y como buenos andarines nos retiramos a la hora de cenicienta.

El sábado amaneció con nieblas y amenaza de lluvia aunque eso era lo previsible. Bajamos a desayunar y poco a poco fueron llegando los compañeros, muy puntuales todos, así hasta 14. Saludos, abrazos, besitos y deseos de empezar, así que dicho y hecho, salíamos del hotel La Entrimeña a la hora estipulada.




Para mí era una salida bien especial, llevaba mucho tiempo sin salir con Caminhantes, más del que tenía cristalizado en mi memoria como más tarde me dirían. Salimos del hotel para adentrarnos en natura en un ascenso prolongado que no estaba resultando duro pues el día era óptimo para caminar. El entorno era precioso, invitador a pesar de las nieblas, incluso diría que éstas le daban un carácter mágico al ambiente, fluido; a los andarines no parecía preocuparnos en absoluto que el día no fuese soleado, el talante general era alegre, distendido, disfrutando del colorido de amarillos y lilas, de los impresionantes penedos, de los verdes lavados, de las múltiples y variopintas conversaciones, de los agasallos dulces que asomaban de las mochilas y de sentirnos allí arriba reinas y reyes del mundo, del mundo que nosotros favorecíamos al menos.



El ritmo de la tropa era ligerito y aunque tuvimos algún que otro tramo dónde se sintió el frío, tanto que llegó a helar los dedos y me acordé de que tenía los guantes en casa entre otras cosas porque no quise llevarlos, el corazón estaba caldeado así que simplemente era cuestión de aguantar algo que una ya ha vivido muchas más veces y en peores condiciones.



La parada a comer fue en un entorno que tenía una energía de calma que contagiaba. Al fondo una capilla y custodiándola un gran, presente y majestuoso guardián que cobijó a esta caminante bajo sus ramas prestándole de apoyo un enorme tronco que hablaba de edades que ya ni se calculan.






Seguimos caminito entre árboles y sendero empedrado, entre bromas, entre fantasmas escondidos entre las xestas queriéndonos dar sustos y arrancarnos gritos, entre conversaciones abiertas y sinceras, entre silencios que no querían ser interrumpidos, entre miradas y pasos amigos, entre familia escogida.










Llegada al río y decisión de terminar por otro lado, al parecer si cogíamos esa otra alternativa se nos recompensaría con unas pozas espectaculares, como así fue. Los y las valientes decidieron darse un baño, los demás preferimos dejar la valentía para otros menesteres y creo que no nos arrepentimos tras escuchar el primer, no grito sino alarido, ¡jajajajaja! al zambullirse en el agua gélida, aunque no es menos cierto que una vez fuera del agua los bañistas tienen un extra de energía que les impulsó a decir: ¿Qué, hacemos otros treinta kmts más?



Seguimos camino que nos iba acercando al pueblo pasando por un pazo precioso rodeado de vegetación y bosque que nos iba regresando poco a poco a la civilización, no sin antes pasar por un horno restaurado en el que nos detuvimos unos pocos que los demás ya no tenían el cuerpo ni las ganas de detenerse, ya era un final de esos en los que los pies siguen y siguen y la mente, sobre todo para los que no nos bañamos, estaba más en la ducha de agua caliente que nos esperaba amén de una macro cena majestuosa que desde luego nos teníamos muy bien merecida.







¡Y bueno!, ¿qué puedo decir de la ducha?, pues que no fue una ducha caliente para todos, jajajaja, a ésta que escribe le tocó un agua tan fría que por un momento lamentó no haberse tirado al río.

Reunión para cenar en una mesa extensa y dispuesta a recibir a los hambrientos caminantes tras una jornada preciosa. El ambiente se sentía caldeado no tanto por la sala y si mucho más por quienes la ocupaban. Todo delicioso, la encargada del hotel nos trató muy bien a todos, nos pusieron música ambiental a nuestra petición mientras repasábamos fotos de ahora y de ayer.







Unos se retiraron a dormir que mañana esperaba otra pateada bonita y los demás nos fuimos a la cafetería de partida de cartas de día convertida en pub nocturno al que por mucho que lo intente no le encuentro descripción posible. En vez de dos camareras rubias de pelo larguíiiiisimo y tacones de infarto nos encontramos a cuatro, jajajajaa, con exactamente el mismo ambiente musical del viernes que no nos impidió mover un poco el esqueleto para rebajar la cena. Yo lo debí de mover tanto que en mi estómago se empezó a librar una guerra que me pasaría factura al día siguiente tras una noche sin dormir sintiendo el reflujo de la cebolla que acompañaba al bacallao que me comí, en fin, que son las cosas imprevistas que obligan a cambiar las decisiones, planes u objetivos que ya estaban planteados y a los que hay que volverse a adaptar.

Así que al día siguiente despedí a mis compañeros que se marchaban nuevamente al camino mientras yo me quedaba recuperándome entre las sábanas, ahora durmiendo, ahora leyendo, ahora dando un pequeño paseo para volver a dormir, sin lamentar mi momento puesto que era el mejor momento que podía obtener.


Regreso de la tropa, todos satisfechos y felices con la ruta. Duchas (calientes), tentempiés antes de partir de regreso a nuestros nidos. Despedida afectuosa y afectiva y un hasta la próxima, compañeros.

Por supuesto, con todo lo que nos queda vivido que ni mucho menos es lo que aquí se refleja. En los fotogramas del sentimiento se quedan tantísimos buenos momentos: Momento separación de la tropa que siguió su camino sin el guía antes de darse cuenta para volvernos a encontrar con el consabido vacile, momento dolmen en el que nos pensamos si comíamos todos de pié debajo de él, momento repaso alucinante del tiempo exacto de la última vez que salí con Caminhantes, momento compañera después del baño en el río con toalla enrollada en la cabeza ( como de andar por casa oigaaa ), momento cena y de sensibilidad queriendo participar la alegría del nuevo encuentro, momento en el que un compañero me muestra en su ordenador una foto restropectiva de mí cinco años atrás, momento de confidencias y de opiniones expuestas, momento, momento, momento......


Regresamos cuatro y todavía decidimos parar en Castro Laboreiro a tomarnos algo. Un viaje de vuelta lleno de conversaciones animadas que amenizó tanto el regreso que se nos hizo corto.

Y nueva despedida.¡Ala!, cada mochuelo a su olivo.

Finde insuperable, de una armonía y compartir envidiables dejando posos de afectos varios y la certeza de una próxima vez.

Que no nos falten los caminos ni las buenas oportunidades.


S., junio 013

No hay comentarios:

Publicar un comentario