A falta de un día, dos, que viene siendo algo más


Nueva jornada Nómada; quiso la ocasión que esta vez fuese por tierras de Redondela y que uno de los Nómadas presentase su primera ruta explorada y montada por él. Yo me sentía encantada de la vida, volvía a disfrutar de quien me guiaba camino adelante sin más obligación que el agradecimiento, el apoyo y la valorización que se le debe al compañero que se encarga de ofrecer una labor que nos beneficia a todos.

Éramos ocho esta vez, ¡buen número!. Nuestro punto de encuentro fue diferente al habitual y las energías comunes iban en la línea de un merecido reposo semanal a través del movimiento y la confraternización. Habíamos quedado a las diez de la mañana ya que no nos desplazábamos en los coches mucho trayecto, para empezar a las diez y media a caminar. El día se presentó hermoso y claro, soleado y frío.

Nuestro guía se esmeró no tan sólo en la ruta que planteaba sino que también se encargó de informarnos de la historia del lugar con fechas y todo, y de contarnos una bonita y mística historia con la que nuestra fértil imaginación sintonizó, para unos más románticamente y para otros en un tono más vacilón, el caso es que acabamos riéndonos de nosotros mismos, algo que siempre aligera los ánimos y elimina tensiones acumuladas. Tuvimos oportunidad de disfrutar, aunque escasas, de hermosas vistas a la ría, y de caminar por tierra decorada de verde recién lavado que le hacían sentir a uno que volvía a renacer.

Hubo protestas con picaresca y vacile porque la ruta no tenía bar más que al principio y al final; aún así hicimos la intentona de desviarnos de la ruta para tomar un buen café que calentase el cuerpo después de comer en un parque dónde el frío se encargó de echarnos más rápido que lento y después de ver como una panda de jóvenes hacían fuego en un parque natural para calentar chistorras y demás productos de asar a la parrilla mientras los Nómadas nos pensábamos muy seriamente si acercarnos al fuego para beneficiarnos del calorcito que más que sentir intuíamos desde dónde estábamos sentados intentando perseguir a los rayitos de sol tímido que acompañaba nuestro día.

Mámoas, túmulos, petrogilifos, verde limpio y allá al fondo, Islas Cíes y el mar; todos concordamos que vivimos en el mejor de los lugares y que es fácil pasar un día juntos sin tener que irnos mucho más allá, aquí dónde vivimos también tenemos joyas que pocas veces solemos apreciar, siempre parece que hay que desplazarse para encontrarle el mérito a un lugar; es bien cierto que cada lugar tiene su encanto y sus diferencias para apreciar, y también es cierto que tan cerca tenemos verdaderos paraísos de los que disfrutar.

¡Y vino a ser que el mesón al que nos dirigíamos en ese desvío intencionado estaba cerrado por vacaciones!...., se ve que no estaba de ser. Seguimos caminito ligero ligerito que el frío se hacía notar. Y cómo acabamos más pronto que tarde, bajamos al centro de Redondela, hicimos parada de rigor en la primera terraza que ofreciese un poco de sol, para terminar haciendo una buena marcha que espabilase el frío por la playa de Cesantes hasta que asomó la luna y el anochecer.

Como no, nuestro guía hizo los deberes hasta el mismísimo final y nos tenía sitio reservado para una merienda cena en un molino convertido en sitio de papatoria oficial: empanada de maiz de zamburiñas, una cosa rara que venía siendo tortilla convertida en pizza, croquetitas caseras y jamón asado, ¡ala!, viva la papatoria después de las pateadas, que no se diga que no nos alimentamos.

Despedida, que mañana hay más.... Y es que en esta ocasión ampliamos las perspectivas y habíamos fijado quedar también el domingo en casa de una de las Nómadas para compartir una jornada más, es lo que tiene llevar los afectos más allá del camino senderista, finalmente el más allá le lleva a un@ más allá todavía....

¡Y qué jornada!! Aperitivo como tiene que ser para darle tiempo a la anfitriona a preparar su hogar para recibir a los amigos, que se encontraron calor de hogar, aromas a cocina esmerada y afectuosa, una mesa dispuesta divinamente, una casa a disposición de los Nómadas y la confianza para ser y estar. Si es que al final y como dicen unos amigos del camino, va a ser que estamos ejerciendo el anti-senderismo para incorporar jornadas gastronómicas-no culturales, jajajaja....

Divino todo, delicioso todo, los cociner@s un@s verdader@s chefs, el postre no se podía rechazar, no faltó el licor café ni una buena chimenea que aislaba un frío que no osaría ni entrar; todo tan estupendo y lo más estupendo lo que más, el ambiente que cada uno quiso mostrar y compartir desde quien cada uno se permite ser.

Finalizó el asunto alrededor de una mesa jugando como niños; dicen que caminar eleva el espíritu, si además hay risas que acompañan abiertas y francas también contentan al alma.

Crónica atípica tal vez, o no. Esto es lo que vino siendo y así queda reflejado en palabras que nos transporten hacia dos días en los que ha prevalecido por encima de cualquier vivencia la calidez que produce la amistad.

Que no nos falten los caminos ni tampoco todo los demás.

S., noviembre 013


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