Fotos de Juan

Magnífico reportaje Juan!!!!. Qué imágenes, qué colores, que verdes amijiño!, cuanta información precisa, preciosas. Muchas gracias.

Finalmente......., ¡ es cierto que había duendes !, alguno encontré en más de una de lo que recogió tu óptica fotográfica, aunque todas son absolutamente mágicas.

Me ha encantado como recogiste los momentos, siempre lo haces aunque en esta ocasión el colorido es impresionante, casi refleja tal cual lo vivimos. Muy intimista y muy personal, has sabido captar los buenísimos momentos, por eso ahora entiendo el por qué de una crónica escrita tan económica, el reportaje es tuyo querido, enhorabuena desde el corazoncito tierno porque te lo mereces y tú lo vales.

El momento cena no tiene desperdicio, jejejeje, resumiste estupendo.

Aprovecho para decirle a Bernardo que le quiero mucho y que tenía que dedicarle un momento para volver a agradecerle lo preciosas que son sus imágenes, que siempre nos ha gustado que haya más de un fotógrafo y que ha sido un placer publicarlas esta mañana.

A los demás, a los seis más dos que compartimos, que no  nos falten los caminos y la compañía para disfrutarlos.

S., abril o13

http://plus.google.com/photos/100030737103496112422/albums/5872290853720042449?authkey=CJGfj7L24ofF3wE

Fotos de Bernardo

Jelou chic@s!. A ver cómo sale esto, espero que pueda salir el enlace de forma que al pinchar sea directo, si no es así, copiad y pegad en la barra de google para poder acceder a las fotos.

Preciosas, Bernardo, gracias.

S.,  abril 013

Los caminos, que no nos falten

Seis en el camino. Micro mundo caminante nómada en exploración unida. Todos con todos en el disfrute y en la investigación.

Salíamos cinco de Vigo. Recogíamos a la sexta en Puxeiros y enfilando que es gerundio a por la preciosísima ruta " Fragas e levadas do Calvo e Deva ", no Concello da Cañiza.

Aunque tenía el folleto desde hace un mes aproximadamente no había tenido la oportunidad de explorarla. La ruta tenía una pinta excelente y me habían dicho que su fraga y ríos, el entorno todo era impresionante. Esta semana volvía a recibir la información, ésta vez vía correo, y quise intentarlo, así que organizamos la salida decididos a explorarla todos juntos.

No sé si hoy mis compañer@s se sienten tan cansados como yo, y es que la jornada fue digna, por mucho que amemos el camino y lo que éste nos aporta no es menos cierto que unas pateadas dejan huellas de cansancio en el cuerpo más que otras. La ruta es de 18 kmts con una derivación de 6,2 kmts aproximadamente ( tendría mucho que decir sobre esta derivación y de lo que vivimos tanto en su ida como en su vuelta, aunque la inspiración hoy es caprichosa y no suelta ni más ni menos que lo que brota espontáneamente ), el caso es que todo lo hicimos.

Es bien cierto que los últimos kilómetros ya nos sentíamos agotados, deseando llegar al punto de inicio y lamentablemente perdiéndonos ese final maravilloso entre fraga y arboleda mítica debido al cansancio. Cuando terminamos calculamos más realistas que lo que un folleto y un panel indicaban, yo calculo que caminamos entre 25 y 27 kmts aproximadamente, no está mal para una tropa que no intuía lo que fue y que sin embargo desde el mismo principio se exponía a lo que fuese. El desnivel había sido importante, una de esas rutas que engaña por ser de río y fraga, pensando que todo es llano y fácil, de eso nada!, aunque no por ello deja de ser una ruta fantástica, preciosa, generosa y gratificante.

No faltó el buen humor, el compañerismo, la tranquilidad, las conversaciones entre compañeros y con natura, la confianza y el sentimiento del caminante en el camino.

Tuvimos la oportunidad de caminar junto a la abundancia líquida en multitud de manifestaciones frescas. De saborear a la tierra bajo nuestros pies. De compartir viandas, de admirar las caprichosas formas de la naturaleza difuminada entre musgos y corteza, de contemplar horizontes verdes y redondos decorados de amarillos. No íbamos en plan de caminar tan sólo millas sino también dejándonos llevar y sentir por la energía del entorno, por abrirnos a compartires tan naturales como el ambiente; más de una vez y de dos fue imposible no verbalizar la admiración a la belleza que contemplábamos y que nos rodeaba. Ruta variopinta, acuática, montañera, mezcolanza de fraga frondosa y de vistas aéreas despejadas aportándole al espíritu distintas oportunidades de experimentación.

Reunión en el camino con dos grandes exploradores. Un compartir en dos tramos diferentes y la oportunidad de saludarnos, de abrazarnos y de despedirnos.

Cena amistosa en la tierra del jamón, para no variar, sin intentar controlar el tiempo ni de dejar atrás lo vivído más que cuando le llegara el momento.

Serenidad en el camino con el beneplácito de natura. Ha sido una jornada que conservaré con mucha calidez en el sentimiento. Gracias por vuestro buen compartir, compañer@s.

S., abril 013

Sosiego a ambas orillas del río Letis, " O río do esquecemento "

Fin de semana en el que se postergó una rutina caminante para compaginarla con la necesidad de sosiego en las afueras de una Villa que se negó a ser ciudad para reivindicar su derecho a seguir siendo llamada Villa.

Recibimiento cálido de un lugar entrañable, popular, siempre visitado por gentes que acuden de muchas direcciones diferentes para pasearse entre casas antiguas decoradas con blasones de categoría y confluir en un punto en común dónde un impresionante puente romano custodia intrépido y todavía presente el paso que une las dos orillas. Las gentes del lugar se identifican con una u otra orilla y saben muy bien quien pertenece a " este lado da ponte " o al otro; para esta caminante sigue siendo un misterio saber quien pertenece a quien aunque parece ser que pasó el fin de semana en " lá da ponte ", o sea, del otro lado, un entorno rural en el que la tranquilidad es norma y el silencio atrae sonidos de naturaleza para quien se detiene a saborearlos.

Llegada en la que instalarse se convertía en ritmo ralentizado que atrajo silencios internos de tal manera que tan sólo se oía el propio latido del corazón acompañando una noche en la que los grillos ofrecían una sinfonía alegre trás tantos días de lluvias torrenciales mientras el aroma de un delicioso pollo al horno anunciaba la hora de una cena tardía. Casi era inevitable que la tranquilidad invitase a acostarse y dormir aunque el deseo era el de mantener los ojos abiertos a los obsequios de una noche estrellada y al asomo de una pequeñísima luna queriendo crecer. Rodeada de montañas y de valles con la tierra labrada la vista se clavaba al frente, hipnótica, siguiendo el movimiento de un precioso molino que hablaba de las direcciones del viento con tanta precisión que hasta esta marinera de agua dulce se creyó por un instante eterno capitana de la tierra que la acogía.

Interminables suspiros que se sucedían uno trás otros, y más, y más, suspiros que exhalaban hálitos de satisfacciones añoradas, de tempos moderados y de movimientos despiertos y conscientes ante la sensación de que una disponía de todo el tiempo del mundo para existir.

La mañana despertó fresquita y soleada y el primer impulso fue salir en pijama a recibir al día, a intuir momentos en los que los pies descalzos pisarían la dulce hierba, a la promesa de una pateada de exploración deseada, a la contemplación de una maravillosa pareja de aves de colores impresionantes y bellísimos custodiando su nidada intentando despistar a la intrusa que curiosa y quieta también las observaba, como diciéndoles: - Eh amigas!, que de aquí no me muevo y me váis a tener que tolerar sí o sí.


Desayuno y ajetreo caminante antes de una no tan tempranera salida; todo era tan atípico en esta ocasión!. Ni mochila ni bocata ni agua ni ropa de repuesto ni ruta definida ni nada que recordara al equipo que suele llevar una caminante con cierta sabiduría del camino, y cómo lo estaba disfrutando!, precisamente por querer investigar y explorar otras maneras, otras actitudes en el camino compaginadas con lo que una ya sabe.

Y así salieron los caminantes. Sin rumbo y con rumbo; sin rumbo porque era un nuevo camino con muchos posibles desvíos. Con rumbo porque sabían del destino y de una meta como objetivo, cruzar al " outro lado da ponte ", comer en la Villa, perderse entre el gentío que era anunciado por multitud de coches aparcados bajo el impresionante puente, sabiendo que las sorpresas estarían en cada vuelta de una esquina.


Entre tanto, preciosos caminos antiguos que sólo transitaban los paisanos del lugar; entradas a espacios en los que el río cantaba mientras el ganado pacía impávido en prados de verdes lustrosos al paso de los caminantes, fragas de árboles cuya edad levantaba sonidos de admiración a tanta sabiduría silente, pasos por una aldea con una calle llamada " Rúa da Mó " en la que todos los vecinos se pusieron de acuerdo para podar los olivos en forma de rueda de molino en honor a la calle y a un antiguo molino que los caminantes no encontraron, tal vez demasiado escondido, tal vez ya desaparecido quedando tan sólo huellas de un recuerdo y de un homenaje en forma de árboles manteniendo el sentimiento y de vecinos implicados en homogeneizar el lugar con tan peculiar estética.

Paso debajo de un grandísimo puente que sostenía una autovía mientras un zumbido de coches interrumpía la tranquilidad de la vida tan diferente que se hallaba bajo el hormigón y el cemento. Y entrada a la Villa por la puerta de atrás que cómo no, jamás defrauda.

Enseguida el cambio de energía al otro lado del puente se hizo patente. Ajetreo, idas y venidas, voces a lo cerca y a lo lejos aunque sin estridencias. Se palpaba la alegría humana a un día soleado, se palpaba incluso la alegría de la fauna que anidaba a las orillas del río, hasta la última hormiga se alegraba de un día que se presentaba seco.



Los caminantes se encontraron con una concentración de motos antiguas y con una feria en la que se ofertaban objetos más antiguos todavía. Pronto los estómagos empezaron a rugir ante los distintos aromas invitando a los olfatos a enviar mensajes de urgencias culinarias y encontraron un lugar pequeño y acogedor, escondido, en el que al parecer llegaron a la hora justa porque sentarse y llenarse fue todo uno, tanto era el interés por comer en el pequeño restaurante tradicional y familiar que dos senhorinhas les pidieron a los caminantes si podían compartir mesa, jaja!...., hoy no era el día, se siente senhorinhas!.

Delicioso cabrito asado acompañado por una generosa ensalada y una fuente de arroz, y un vinho verde del lugar que por mucho que se denominase verde era más tinto que el color de las cerezas maduras. Quedaba hacer un regreso que no iba a ser precisamente ligero, aunque ya se encargaría el calor del día levantando sudores en un nuevo camino, esta vez cuesta arriba, de aligerar los pasos pesados.

Precioso camino de vuelta que resultó tanto novedoso como desconocido, exploratorio, intuitivo. Allá arriba, bien definido el objetivo a la vista, un hogar que esperaba cálido y acogedor. Todavía les esperaba una actividad tan relajante como deseada, cuidar de la tierra, arrancar las malas hierbas, plantar hermosas flores que regalarían presencia algún día, acondicionar un tanque de agua para reconducir el regadío a la tierra, cocinar para la visita de otros tres caminantes amigos que llegarían para la cena trás una pateada digna.

Y llegó la noche y con ella la lluvia que silenció de nuevo a los grillos. Despedida a los amigos mientras los bostezos anunciaban el final de un maravilloso día y de una amistosa noche pasada por agua. Dormir y soñar y despertar para volver a salir descalza a recibir la mañana. Volver a respirar aires que hablaban de otros ritmos, de tempos en los que el sosiego hablaba de más sosiego. Ya ni el latido del corazón se oía pues era tal el silencio interno que dibujaba una sonrisa pasmosamente boba, de pura alegría pacífica y de aislamiento de un mundo donde el ruido es norma.

Todo tiene su término anunciando una continuidad. Llegaba el tiempo del regreso a un cotidiano que recibiría a una caminante muy diferente a la que se marchó días atrás.

Cómo no estar agradecida a la vida!.


S., abril 013

Reciprocidades

Cinco caminantes unidos por la amistad y una preciosidad canina que me come a lametazos de tanto que me quiere, a la que adoro y me adora con tal pureza que sólo le puedo devolver caricias y palabras de amor. Ella está de muda y me devuelve pelos, jajajaja.....

Yo sabía y entendía de mi necesidad y así la mostraba, la necesidad de los otros que me la fueran mostrando, si querían. Sabía del fluir potente del agua y de su visión cristalina, del musgo y de la arboleda presente y colorida, de los caminos empedrados bonitos, de los lavaderos antiguos en lasca, seis plazas, jaja!, mientras me imaginaba las conversaciones pretéritas de las lavanderas desde un presente caminante; sabía de las nubes y de un cielo presentando matices azules que se ocultan desde hace un tiempo en los grises lluviosos; sabía de esos intensísimos prados verdes multicolores, caleidoscópicos y alimenticios. Sabía del paso por aldeas dónde el aire respirado emitía aromas a tranquilidad, de casas privilegiadas al borde del camino y de paisanos que saludaban con hospitalidad al caminante de paso que disfrutaba de un día que presentaba un clima que todos deseábamos.

Sabía también de la inyección de vitalidad que nos iba a aportar esta ruta en concreto. Su nombre surgió tan espontáneo en mi cabeza cuando hablamos de salir al camino y me pidieron que les llevase a un sitio bonito!, por bella, por dadora, por despertar la generosidad y el agradecimiento a tanta belleza...., cómo dijo uno de mis amigos??..., Exhuberante!. Así estaba natura en un dia incipiente y algo atípico de primavera.

También sabía que no iba a ser una jornada habitual en el camino. Uno con molestias en el riñón en los últimos dias. Otra con amagos de ciática con irradiaciones. Otra con una lesión en la ingle que afortunadamente no impide caminar. Otro que fue un caminante heroico y que lleva un tiempo considerable sin ejercer el noble arte del caminar, tanto como para notarlo este sábado ( jaja! ). Y otro que está estupendo físicamente aunque cansado mentalmente. Menuda cuchipanda!!.

Fue como conseguir un trozo de paraíso tranquilo compartir camino con estos caminantes en un momento en el que me apabulla la gente desconocida y semi conocida ante actitudes que no he entendido y que he percibido como contradictorias, así que esta salida al camino fue una oportunidad para seguir aprendiendo a no defenderme de nada porque no necesito hacerlo y sí a manifestarme concreta y metódicamente.

Sentí al camino y cómo me iba encandilando, enamorando; consiguió de mí lo mejor de mí mientras sacralizaba la tierra en cada uno de mis pasos, de tanto respeto y agradecimiento a tanta abundancia energética. En cada uno de los pasos acompañantes ocurrió un tanto de lo mismo. Hubo un tiempo para todo. Encontramos el momento para literalmente parar la mente y abrirnos a escuchar una sinfonía de silencio; se favoreció el agradecimiento público a natura, expresado y manifestado artísticamente. Hubo fusiones silenciosas con una piedra musgosamente cálida a la vera del río y complicidades con libreta y lápiz que recoge momentos. No faltó la admiración a unas aguas que fluían libres presentando una gama de colores cálidos y comunicativos lanzando invitaciones al baño para los más atrevidos.

Oportunidad de ralentizar por un dia, de asumir otros ritmos, otra manera de contemplar a natura y de valorarla. Intenté bucear en la memoria y recuperar el último momento en el camino en el que había hecho algo parecido y me dí cuenta de cómo ha ido pasando el tiempo y con quien, y no he encontrado un motivo lo suficientemente válido como para saber por qué decidí asumir responsabilidades que nadie me había pedido aunque tampoco nadie protestaba cuando se beneficiaba de ellas, como tampoco salió nadie a la palestra cuando fui yo la que precisaba de un reconocimiento, ya no a mi labor asumida sino al afecto que siempre creí que se me profesaba.

Tampoco faltó el buen ritmo ni el sudor empapando la camiseta. Ni los momentos aventura cruzando las poldras de un río tan crecido que obligaba a pisar río mientras las carcajadas inundaban un ambiente alborozado y cómplice en plena naturaleza. No faltaron las palabras de agradecimiento ni el compañerismo caminante, ni ese afecto que me devuelve, porque quiere, lo que entrego porque quiero.

Primer sábado con horarios diurnos en el que el tiempo cunde tanto que se da la oportunidad para salir al camino haciendo cosas diferentes, uno no es caminante sólo porque camina sino por la actitud con la que hace camino. Regreso pacífico con recolecciones varias en una tienda ecológica llamada natura en la que nada cuesta dinero aunque sí esfuerzos varios; todo es gratis, la única tasa aquí es dejar el lugar por el que caminas lo más limpio que puedas y sepas, tanto como la limpieza que te llevas a través de sus múltiples e incontables entregas.

S., abril 013