¡Una de Nómadas, por favor!

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La víspera entregó un día desapacible, frío y lluvioso y deseé no salir al camino con un día así de desangelado, aunque si así tenía que ser pues en fin, adelante y que sea, lo mejor del día no se puede comparar al clima pues son otros ambientes muy diferentes los que se favorecen, contactos que acuden a una cita mensual con asiduidad y constancia, con definición e identificación personal y grupal, afiliados a la estima y al derecho a ser, y a compartir momentos en el tiempo que nada tienen que ver con los horarios rígidos a los que estamos tan acostumbrados.


Calculaba 10 y quiso la sorpresa que fuésemos 11, un número que me gusta especialmente pues según la cábala es un número maestro y realmente la reunión no podía emanar mejores aromas y maestrías varias, faltando quizás la emanación de Nómadas queridos ausentes, no así sus esencias. Yo estrenaba camino con dos Nómadas recién llegados ya que no asistí a la salida anterior, por ello me alegraba especialmente de sus asistencias. Del resto qué puedo decir, son los de siempre, afectos asentados y reconocidos, apreciados y favorecedores de la marcha y de la pausa.

Una mañana tranquila en la que la lluvia ofreció treguas secas, vistas relajadas abiertas a la ría, fragas de sombras acogedoras y haces de rayos de sol colándose entre las ramas. Antes el consabido trasiego de coches cuando se trata de una ruta lineal, aunque fue éste un trasiego especialmente tranquilo, ordenado y bien organizado. Para cuando empezamos a caminar el ambiente Nómada cargaba con sus mochilas mientras soltaba risas, conversaciones ligeras y disposición a dejar en los pasos que quedan atrás las distintas tensiones que cada uno acumula sin apenas darse cuenta.

Desde el primer momento apreciamos que el mundo bicicleta era el rey del lugar, realmente la ruta del agua en el municipio de Redondela es muy adecuada para bicis con lo cual los caminantes compartimos como pudimos mientras sorteábamos hacia el bordillo del camino la manera tanto de respetar como de esquivar a los compañeros de otras razas, siempre saludándonos y entendiendo que cada quien tiene su propia manera de hacer camino. También nos cruzamos con más caminantes de lo habitual, y es que se palpaba la cercanía de la ciudad y de sus poblaciones cercanas.

Para mí era una salida con un toque extra, la primera en la que debía tener en cuenta muy seriamente la posibilidad de retirarme pues me acompañaba más la fuerza de un sentimiento que la fuerza física, sin embargo confiaba en que sería capaz de llegar hasta el final de la ruta junto con los compañeros. Caminé más en la retaguardia y disfruté de ser guiada, me gustó un aire en el que todos estuvimos de acuerdo en hacer atravesando un pequeño túnel de naturaleza viva, fresco, aromático y en el que vislumbrábamos la promesa del mar, para regresar a una de las pistas menos pesadas y monótonas que he caminado pues cada curva regalaba claridades y azules extensos, bateas decorando como un puzzle que encaja a la perfección en la superficie marina, sol que avanzaba hacia el oeste y pasos que compartían un poquito de aquí, otro poquito de allá sazonados con las confianzas asentadas de unos y posicionándolas otros, junto con la apertura consensuada al aprecio de saberse en ambientes permitidos y permisivos a la manifestación personal, sea ésta la que tenga cada uno.

No sé qué tuvo de especial esta ruta, todas lo son en realidad, pero quizás ésta en concreto tenía a la sensibilidad en niveles elevados y a la emotividad bailando con el arropamiento de la confianza en el núcleo caminante que éramos, y por ello valía más la emoción de con quien compartía camino que el camino en sí. Aprecié en nuestro guía una responsabilidad acompañada del disfrute, algo bien importante y que me hizo sentirme muy orgullosa de este gran compañero leal dónde los haya por sus avances trabajados y por una labor comprometida que redundaba en un ofrecimiento de ruta adecuada para esta caminante convaleciente, éste es uno de los logros de Nómadas en su evolución y dice mucho de sus miembros.

Y admiré un conjunto grupal apreciando y valorando, y estimando también, lo que natura favorece. Al fotógrafo en su faceta más dicharachera ofreciendo lo mejor de sí con ese humor tan suyo y tan característico y encantador, a la tesorera amiga asumiendo sus quehaceres con exquisita eficiencia y con una elegancia que es en ella esencial, existencial y natural; nuestra intuitiva y entendida en signos zodiacales aportando juego y tema de conversación acompañado de una gran bondad, o la deferencia de unirse al clan en plan sorpresa maravillosa una caminante mítica por la que tengo mucho aprecio y consideración, acudiendo a compartir pasos amigos para regresar a determinada altura porque tenía más cosas que vivir en este día.

Una Nómada caminando con la emoción a flor de piel siendo ella la flor más bella, sanando en cada paso compartido momentos que aunque difíciles, siendo como es una gran amazona guerrera, pacífica y amorosa, solventa sabiendo que hay compañías en las que el apoyo es silencio, tacto, asistencia y amor. Una vieja gloria de esas que nunca mueren y que de cuando en vez regresa a los orígenes y recicla las vivencias que le recuerdan a ayeres alegres y relajados con quien nunca desconecta del todo porque sabe dónde encontrar a quien la aprecia. O la amiga del alma que quiere asistir y acompañar-nos en una salida en la que no sólo se hace camino de tierra y mar sino también de compromisos elegidos. Y dos aperturas recientes que unidas, curiosas, observadoras, discretas y sabias atraen y reciben aperturas afines a la unidad.

Me gusta mucho observar cuando cada unidad dentro de un grupo tiene su rol y su identidad abierta, sincera y compartida haciéndose todo por un bien personal y grupal, cada uno con su responsabilidad a buen resguardo y con la confianza en la responsabilidad que tienes al lado; desde ahí, todo fluye lindo y rítmico destinado a un bien común que nos devuelve de nuevo un bien personal.

La flexibilidad caminante es maravillosa y en Nómadas nos reimos de nosotros mismos y de lo bien que nos perdemos, desviamos y por encima sacándole jugo al asunto; no nos importó desviarnos hacia la hora de comer cuando preguntamos por un bar, elemento bien importante en el mundo Nómada que solemos agradecer; a quien le preguntamos nos guió bien y llegamos a "La Cueva", casa dónde dan comida, bebida y terraza en un sábado en el que estar al aire libre era acogido con ganas por los caminantes. Pedimos bebidas, dos tapas de pulpo y permiso para comer nuestros menús variopintos. Tomamos café, sobremesa larga y continuidad de pasos que avanzan. Todos sabemos lo que cuesta a veces retomar camino después de las viandas, a ésta que escribe le sobrevino el cansancio; es éste un cansancio nuevo, reciente, convaleciente y esperanzado, orgulloso también y decidido a recuperarse, haciéndose a ritmos y a tempos en el movimiento diferentes sin que por ello impidan una dinámica grupal.

El día nos regaló pasos tranquilos, risas confiadas, conversaciones afectivas, paradas en las que las miradas se encontraban, rayos de sol benévolos, sombras en las que los verdes florecían para nosotros mientras aspirábamos aroma a tierra mojada, cabritillas abiertas al juego y a la confianza, ánimos y apoyos que llegaban al alma, compañerismo presente y amistad declarada. Día relajado y tranquilo en el que lo que primaba era una sensación de unidad grupal y asistencial a todos y cada uno de los integrantes, día en el que las prisas no existen y en el que no existe tampoco hora de retirada.

Todavía me ofrecería nuestro guía la opción a acortar la ruta para esperarlos en los coches pero a pesar del cansancio aún sentía las fuerzas permaneciendo conmigo, las que los mismos compañeros me daban con unas conductas admirables y fidedignas; mi deseo más grande era poder terminar la ruta todos juntos y me animé a subir una última cuesta en conjunto, teniendo a mi disposición a nueve y fuertes brazos dónde apoyar el mío, sintiéndome amparada a seguir con esa fuerza que no sólo provenía de mí sino de una fuerza grupal unida y bien avenida apoyándome de todo corazón y dándole a la naturalidad su espacio en mi, ya a esas alturas de la ruta, alicaída marcha; no por ello dejamos de reir y de apoyarnos. Verlos tan lindos y comprensivos animó los pasos que ya olían la meta dejándome sentir en el afecto y el orgullo de saberme en dónde quería estar, poder hacerlo y terminar la ruta todos juntos.

Cuando llegamos a los coches todos teníamos ese brillo en la mirada y esa sensación de que lo que bien empieza bien acaba. Estiramientos, cambios de vestimenta y calzado y rumbo a una pintoresca tasca dónde el calor de la chimenea todavía caldeaba el ambiente aunque estuviese apagada. Cenamos muy requetebién y todavía tendríamos tertulias varias, y aunque el cansancio era presencia ésta que escribe, de marchar no tenía muchas ganas.

Muy agradecida a los dos miembros nuevos de Nómadas, unos compañeros excelentes, buenos caminantes, tolerantes y observadores, acoplándose a un ambiente y a unos ritmos que acogieron con respeto, permitiéndonos conocerlos y abriéndose a conocernos con sencillez, curiosidad sana y compartiendo muy a gusto y con naturalidad esta noble y sincera jornada.

Y en cuanto al núcleo fuerte Nómada, no podría estar más orgullosa de estos amigos y compañeros de pasos, caminos, vivencias fuera y dentro del camino, compañeros afectivos y seres tan válidos que no podría desear nada mejor que seguir compartiendo retazos de ésta mi vida en la que sus presencias son color, sabor y amor. Gracias, querid@s.

Que no nos falten estos días en los que pudiendo hacer lo que se ofrece, que es mucho, elegimos hacer lo que queremos, que es algo tan sencillo como juntarnos para caminar vida, vivencias, afectos, lazos, comunicación y relaciones que saben a buen provecho.

Con afecto,

S., abril 014

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