Inolvidable despedida Nómada al verano 013

Si me dicen hace un tiempo que habiendo salida ni me he ocupado de, tan siquiera por prudencia, echarle una visual a la hoja de ruta hubiera contestado rotundamente que eso era del todo imposible para mí. Y ahí estaba yo a las siete y media de la mañana preparando lo necesario para pasar un día Nómada en La Illa de Arousa absolutamente ajena a cualquier otro tipo de preparación y feliz porque teníamos a un compañero dispuesto a hacer las veces de guía sin más ocupación por mi parte que la de dejarme conducir sin dejar de apoyar.  Con esta nueva salida gestaríamos las situaciones venideras, hoy teníamos cosas importantes de las que hablar como grupo.


Amaneció un día que sin duda era promesa de tempos demorados en el caminar, de baños en el mar, de disfrute de los paisajes revestidos con una luz especial, de barcos atracados en un manto de aguas serenas, de pasos por el centro regalando aromas a pescado fresco recién hecho y de todo un día compartido ofreciendo tiempo disponible para ser cada uno de nosotros una apertura posible dándole paso y tránsito a la posibilidad.

Nos reuníamos en el puente de los tirantes en Pontevedra para recoger a dos Nómadas y seguir en dos coches hacia la illa. El número de hoy sería el siete, ¡buen número! Viaje tranquilo sin sensación de prisa alguna, no sólo iba a ser conducida a pie sino que también me llevaban en coche, algo tan sencillo como eso me predisponía a un talante pacífico en el que el único movimiento que me motivaba era el de disfrutar de este último día de verano tan hermoso en la compañía de los amigos, tenía la sensación de que no podría estar en otro lugar mejor.

No llevábamos más de veinte minutos caminando y ya se nos conformaba el día, y es que paramos en el primer chiringo de playa abierto a re-desayunar. Dos de los Nómadas traían consigo las famosas rosquillas que todos compramos cada año en Darbo a cambio de que la rosquillera nos guarde las mochilas mientras paseamos sin cargas en la espalda por la famosa romería. Tenía pensado que hablásemos a lo largo del camino, a lo hora de la comida tal vez, de qué hacemos como grupo y qué disposición tenemos cada uno, y resultó que fue ésta una charla que se presentó espontánea de buena mañana aún antes de tener la sensación de que habíamos comenzado a caminar.

Concluimos la reunión con objetivos y compromisos en los que todos asumimos algún tipo de papel que un grupo necesita para tener su buen derecho a ser, y lo hicimos en la más pura línea Nómada con la propuesta de un ejercicio para el día, en esta ocasión cada uno de nosotros llevábamos un pequeño trozo de madera recogidos en la primera fase del camino en los que se inscribieron siete cualidades a tener en cuenta y a desarrollar durante la marcha con sus paradas incluídas, a saber: Tierra, Fluidez, Emoción, Corazón, Comunicación, Sabiduría y Conciencia.

Describir cómo nos recibió la isla y todo lo que nos ofreció durante el día sería quedarme corta. Vistas amplias y claras, mar tan calmo que ni movía la brisa, temperatura óptima a pesar del anuncio de más de 30 grados, charlas demoradas mientras se camina, barcos coloridos atracados sobre un manto acuático cristalino que presentaba una expresión más de la vida a la vista, sensación de disponer de todo el tiempo del mundo ante una energía que acompañaba cálida y relajante a través del movimiento, apertura a la confianza y a la permisividad de quien es cada uno desde una exposición isleña tan extensa y acogedora que sólo transmitía ejemplo de buen ser y buen hacer.

Por otro lado no pudimos evitar un sentimiento de repulsa a los pocos cuidados que la hermosura recibía a cambio de su generosa entrega, plásticos y papeles mal tirados desluciendo lo pétreo y lo verde, ausencia de papeleras, dejadez añeja en los pasos de madera que en un tiempo pretendieron entonar con el ambiente y que hoy crujen quejas de descuido desoídas; pensé que más nos valía recargar energéticamente el lugar con la atención a las cualidades que llevábamos como prenda, tal vez expandiendo un poquito más, de forma que abarcase a otras conciencias a seguir disfrutando de un derecho, de un respeto y de una responsabilidad ante la madre naturaleza, a integrar la comprensión de que ésta no es nuestra y que en su libertad quiere seguir ejerciendo el derecho a entregarle a los niños un entorno que los adultos, se supone que responsables del ambiente que les rodea, no les entregan.

Si se trata de política mal andamos, si se trata de personas que eligen opciones más correctas para consigo mismas tal vez se den los cambios y se reduzcan las quejas generalizadas que nunca obtienen respuestas que conduzcan hacia soluciones posibles y concretas. No se trata de política, no, se trata de la elección que cada individuo hace y quiere hacer y hacia dónde nos lleva como colectivo.

Ha sido éste un día de apología a la amistad y de celebración al gran valor que tienen las relaciones humanas en un cotidiano en el que "problemas" y "preocupaciones" varias están a la orden del día; en una sociedad en la que el aislamiento y la soledad no son condiciones naturales es una bendición saber que tienes y te tienen en gran estima, que hay ocupación y no pre-ocupación, y que más que democracia hay consenso además del derecho respetuoso y confiado a discrepar si es eso lo que se tercia.

Paramos a comer en una terraza en la que no sólo nos permitieron comer los bocatas a cambio de la consumición sino que además nos pusieron la tapita de turno atendidos con una amabilidad hospitalaria y una sonrisa de atención considerada, ¡qué rico todo!

Proseguimos camino caminito lindo al son de los buenos pasos, siguiente parada baños sí o sí. El mar invitaba a adentrarse desde buena mañana, transmitía sensación de acogimiento y de aguas benévolas y cálidas en el último día oficial del verano, y todo a un ritmo en el que nada faltaba ni nada sobraba, como dejando al día y a la vida la decisión adecuada en cada fase del movimiento acompañado de quietudes internas en las que la sonrisa no provenía tan sólo de los labios, ni tan siquiera de la mirada sino del porte, de la pose, de un lenguaje corporal íntegro en manifestaciones relajadas, en carcajadas de alegría, en confidencias distendidas, en silencios en los que se introducía la vida que contemplaba complaciente nuestra marcha.

Estos chicos Nómadas no se caracterizan precisamente por ser acuáticos, prefiriendo rincones a la sombra de la playa generosa dónde compartir conversaciones en las que la energía masculina es refuerzo, camaradería y entrega. Interacción de Tierra, Corazón y Conciencia.

Las chicas Nómadas son caminantes camaleónicas que perfilan su condición de sirenas arrimadas a la orilla de una playa vacía y acogidas por un mar con sabor a sal en el que zambullirse o nadar hasta delinear sutilmente los límites de un horizonte elegido. Energía femenina siendo agua, misterio sensitivo, expresión y orden. Interacción de Fluidez, Emoción, Comunicación y Sabiduría.

Sentí el momentazo de una separación perfecta entre las energías masculino-femenina en la que cada grupo afianzó su condición y género, instantes preciosos porque hasta en eso fue generosa la isla, revelándonos importancias que caían suaves e integradoras. Y más, el regalo de un instante nos anunció un fin semi cerrando círculo para iniciar y proseguir nuestra marcha cuando los bañistas empezaron a asentarse en una playa que transmitió la sensación de que los que por allí hacen pasos y aunque brevemente se asientan, dejan huellas de energía limpia y de relevo.

¡Uy!..., ¿qué es eso que asoma ahí a la izquierda, un chiringuito?, jajajajaja.... Vaciles varios alrededor de una mesa a propósito del tiempo que nos estaba llevando recorrer la isla, debíamos ir a un kilómetro por hora, o algo así, jejejeje, tampoco es que nos preocupara el asunto y es que desde el principio ya nos quedó claro de que no era éste el día para ejercer de caminantes disciplinados, sudorosos y perfectos. Ya rondaban las seis y pico de la tarde y nuestro guía calculaba que debía quedar más menos una hora de camino hasta los coches, cosa que tampoco nos ocupaba demasiado pensamiento acostumbrados como estamos a disponer de cada salida sin la sensación de urgencia por llegar a ninguna parte cuando termina la pateada.

Todavía disfrutaríamos de una última fase en el camino caminando entre rocas con la marea alta, de elegir ruta alternativa al paso, de volver a una orilla anunciando una puesta de sol lenta, lenta, como dándonos tiempo a integrar tranquilamente cada paso, cada visión recogida y cada perspectiva, cada recoveco y cada siguiente sorpresa. Para cuando llegamos a los coches debían rondar las ocho y media. Todavía nos quedaría presenciar una de las puestas de sol más bonitas que he visto en los últimos tiempos. Los colores eran magia en movimiento que ofrecía tiempo a observar una amalgama fusionada de rojos anaranjados, róseos y amarillos que se reflejaban en el mar extenso y calmo teñido de un colorido que jamás había visto, era plata, y ópalo, y  rosa-rojizo, era un color nuevo que nos detuvo en el momento y que nos atrapó los sentidos, ¡qué regalo!

Fuimos a cenar a una terraza que al mediodía estaba abarrotada, sí sí....¡esa terraza que al mediodía invitaba con sus aromas a sentarse y a disfrutar de una excelente cocina! Pues vino a ser que para nosotros era la hora de la cena la que nos ofrecería asiento para siete. La camarera era una señoriña fantástica y de buen humor que nos atendió con una alegría sana. Agasajamos a nuestros estómagos con empanada casera, mejillones enormes fresquitos y de vicio con sabor a mar y unas xoubiñas tirando a sardinas que estaban frescas y muy ricas; para los postreros flan de café y tarta de queso caseros, y para terminar este gran día en esta hermosa noche todo a muy requetebuen precio.

Todavía nos faltaba una despedida digna. Nuestra camarera, que por cierto tiene un hermano que nos contó la vida con mucha gracia en cinco minutos, nos hizo un par de fotos de grupo en las que los Nómadas recreamos con los dedos de las manos la plasmación del número concreto que cada uno representaba hoy en el grupo y que nos cayó en gracia y sorteo a las manos: el 1 Tierra, el 2 Fluidez, el 3 Emoción, el 4 Corazón, el 5 Comunicación, el 6 Sabiduría y el 7 Conciencia, para que conste y nos conste; por la parte que me toca sólo puedo decir que quiero que perdure en mí esta cualidad que me ha tocado poner en práctica sin perder la atención a la importancia de las seis restantes para el buen desarrollo de un bienestar, bien podría decirse que no es un deseo sólo individual sino también grupal.

Nos acercamos a uno de los coches a recoger castañas que traía una Nómada para todos. Momento inolvidable de risas y de vaciles afectuosos, de fotos graciosas, de caretos nocturnos que rozaban lo fantasmagórico mientras yo no podía aguantar ya no digo la risa sino el más puro cachondeo con carcajadas inaguantables que tampoco reprimía aún a costa del dolor de estómago y de mofletes; no parecía que quisiésemos despedirnos a pesar de que ya era la hora de cenicienta así que había que poner orden y concierto y soltar los buenos momentos con agradecimiento para recoger sin duda otros buenos momentos venideros.

Crónica larga que como siempre deja en la recámara tantísimos momentos y vivencias para las que no llegan ni existen palabras que puedan relatarlo todo.

Gracias a todas y a todos por este grandísimo día.

S., septiembre 013





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