Ponte de Lima - Rubiaes. Cinco Nómadas en el camino y una más


¡Uy lo que llovía a las ocho y media de la mañana cuando salía por la puerta vestida de caminante y más que dispuesta a vivir una nueva jornada Nómada!, en lo que fue un sencillo y corto tramo hasta el coche y ataviada con ropa de aguas ya estaba mojada antes de ni tan siquiera haber llegado al punto de encuentro. Me dije como tantas otras veces que son las cosas del camino, éste suele ponerle pruebas al caminante que aún diluviando decide salir a compartir algo más que pasos; suele ocurrir que acaba superando una jornada de lluvia con la mejor de las notas, una sonrisa satisfecha.



Me sentía feliz porque no era yo quien guiaba, llevo mucho tiempo diciéndoles a l@s compañer@s que estoy cansada y que necesito ayuda, amén de que no dispongo de tanto tiempo como he tenido en otras épocas para explorar y revisar, que es importante si queremos tener continuidad que nos repartamos las rutas y que cada uno haga lo mejor que pueda y sepa, y en ello estamos, y todo sale muy bien, cosa que me tiene tranquila y muy contenta. Así que cuando uno de nuestros chicos se ofreció a guiar una yo dije que sí a todo todo y todo muy feliz con la propuesta; no me esperaba esta ruta, me sorprendió mucho, sólo acerté a decirme interiormente que iba a disfrutarla, a disfrutar del día y de la compañía, y que la ruta regalase todo aquello que quisiera porque yo iba a recibirlo todo con alegría.

Era ésta una oportunidad única y de agradecer como tantas muestras encuentro de fortuna y de hija afortunada de la vida en el medio de toda una serie de vivencias no tan afortunadas, seguir con una reconciliación en el camino tras tantos cansancios, en Portugal porque es la tierra que más ha despertado en mi el valor de mi esencia, y muy concretamente un lugar que tanto me ha ofrecido en muchos sentidos desde tiempos que ya ni recuerdo y en el momento presente, Ponte de Lima, y se daban este día todas las condiciones para reconciliar a mi espíritu de forma que éste mantuviese un soporte cálido en el alma y en el corazón con respecto a las buenas entregas que no permiten que olvide que en el medio de todas las tormentas siempre existe un punto de calma que "puede más" que cualquier inconveniente que haya que solventar.

Cuando llegué al punto de encuento ya se encontraba allí uno de los compañeros. Seríamos cuatro los que saldríamos rumbo a Rubiaes, dónde habíamos quedado con una compañera para seguir en un coche hasta Ponte de Lima, tierra de río y olivos, y dejar el otro coche in situ pues sería ahí dónde terminaría nuestra jornada andarina. Fue un viaje divertido y que supo a corto pues enseguida llegamos a Rubiaes, y mientras nos tomábamos unos chás de cidreira y cafés mañaneros coincidimos con una peregrina letona que se había lesionado un pié y estaba en espera de que alguien la pudiese acercar hasta Tui; si para cuando volviésemos seguía allí serían los Nómadas las que la llevarían, más no podíamos hacer.

Enseguida llegó el quinto elemento así que trasladamos mochilas y enfilamos rumbo a Ponte de Lima, la ilustre Vilha que dicen que es la más bonita de Portugal y que a mí también me lo parece sin desmerecer otros tantos sitios maravillosos. ¿Encontraríamos a los Calcorreir@s?, pensamos que probablemente no, aunque teníamos la misma hora de salida pensamos que era poco probable que coincidiésemos. Sin embargo, nada más aparcar el coche y admirando a la famosa tropa romana desafiando al jinete al otro lado do río do esquecemento vimos pasar por el puente a otra tropa más contemporánea, una fila de paraguas y mochilas multicolor que no dejaba lugar a dudas, por allí pasaban l@s compañer@s, y desde este lado del río les deseamos buen camino.

Quiso una de las Nómadas parar a comprar "uma nata" antes de empezar a hacer pasos y fue allí dónde el destino esperaba por una Nómada con la que nadie contaba, Luccia, peregrina de Los Apeninos que venía preguntando por un taxi pues recién salida del albergue con rumbo a Rubiaes se encontró junto con más peregrinos con que no podían seguir camino pues el agua llegaba hasta la cintura de tan crecido que estaba el río, le dijimos que nosotros también íbamos a hacer ese tramo y nos dijo que ni lo intentásemos, así que observando el mapa decidimos que tendríamos que acercarnos hasta Arcozelo y empezar la ruta desde ahí; la invitamos a subir en un coche de cuatro plazas en el que habíamos viajado cinco y que dónde caben cinco bien podríamos intentar que cupieran seis, jajajaja.....

El caso es que (todavía no habíamos digerido el cambio) nuestro guía preguntó de repente: -¿Y por qué vamos a trasladarnos en coche hasta a Arcozelo?, hemos venido a caminar, pues caminemos, aunque tengamos que variar la ruta y acercarnos a Arcozelo por asfalto- ¡Efectivamente! Una vez digerido el cambio me dije que conozco bien la zona y que sabía perfectamente por dónde ir de forma que pudiésemos evitar ese tramo ya no digo intransitable sino incruzable de río, así que enfilamos por el puente y en vez de virar a la derecha poco más adelante del albergue que es dónde se iniciaba esa etapa seguimos de frente y caminamos por asfalto un tramo familiar que he recorrido más de una y de dos veces tanto en coche como caminando; de camino iba agradeciendo interiormente y diciéndome que todo tiene su por qué después de todo, "todo" venía siendo finalmente poder contar con esta alternativa y que los Nómadas pudiesen seguir camino.

Enseguida encontramos el sendero que nos introduciría en nuestra ruta, no fue tanto asfalto como nos temíamos y no hubo necesidad de llegar a Arcozelo por más medio que el del planteamiento inicial, o sea, caminando; por fin encanábamos con este tramo del camino portugués a Santiago sin ningún tipo de problema o de sensación de demasiada pérdida, ¡allá íbamos por el buen camino compañer@s!, rumbo "Ao palazo(?) das trotas", lugar del que los Nómadas ya habían oído hablar pues tiempo atrás estuve explorando una ruta por los alrededores del río Labruja que incluía esa parada, dónde pescaríamos las truchas que después nos comeríamos como final de pateada, esa era la idea y la intención pero como dice el refrán "las cosas de palacio van despacio", y tan despacio fueron que ahí se murieron así que finalmente y a día de hoy no acabamos viviendo esa experiencia, que al parecer tampoco sería este día pues o palazo (¿palácio, palaço?, va a ser que no me acuerdo como se escribe correctamente) das trotas estaba cerrado a cal y canto, nuestro gozo en un pozo y la flechita amarilla diciéndonos que por aquí sí o sí. Así que fue que sí, proseguimos camino caminito.

Nuestra Nómada acoplada estaba encantada y agradecida, feliz de compartir camino con esta tropa extraña que caminaba porque sí, todavía no se podía creer que lo que empezó siendo un paso inviable, con una información turística pésima y con la imposibilidad de encontrar un taxi que la llevase a Arcozelo, acabase siendo un camino compartido con un mismo rumbo, los Nómadas la adoptaron como una más de la family y aunque acabó encontrándose con compañeros peregrinos quiso seguir camino con nosotros hasta Rubiaes.

Todavía nos encontraríamos con alguna que otra dificultad acuática al paso que afortunadamente no nos causó más problemas que cualquier ruta que la crecida de un río ocasiona, lo increíble es que no llovía, nada que ver con el diluvio con el que amaneció el día o con el torrente de agua caída del cielo mientras nos dirigíamos en coche hasta nuestra primera parada para dejar uno de los coches en Rubiaes. Disfrutábamos de los pasos y del camino, de las conversaciones de un día que se regalaba tranquilo, caluroso, amable, exhuberante y generoso en coloridos de natura lavada y fresquita. Tuvimos la suerte de comer los bocatas en el único bar que había hasta llegar a Rubiaes, con opción a cerveza, chás y cafés. Postreamos chocolates varios y dos Nómadas caballerosos le regalaron a Luccia el resto para que siguiese camino hacia Santiago al día siguiente con un recuerdo dulce y energético de nuestro encuentro.

Subida no tan prolongada aunque sí intensa que nos hizo sudar ya próximos a nuestro destino. Acompañamos a Luccia al albergue y quedamos en esperarla en el bar para tomar juntos la última caña y despedirnos. Intercambiamos direcciones y nos quedamos con ganas de visitarla pues tiene una pensión en Los Apeninos que dirige junto con su madre, una tía y una hermana. De nuestra amiga letona no había ni rastro, se ve que se encontró con algún nómada errante que tuvo a bien ayudarla y llevarla hasta Tui.
¡De vuelta a Ponte de Lima a petiscar algo y a recoger el coche que allí esperaba! Como no, siempre hay una cocinera o una camarera que partilha algo con los Nómadas, en esta ocasión fuimos tratados muy bien con comida calentita y sobre todo, picantita, jajajaja, no íbamos a ser nosotros los que sintiésemos el frío nocturno con semejante picante encima. Todavía pararíamos a tomar los cafés en la plaza principal hasta llegada la hora de cenicienta en la que cogimos rumbo a Galiza con los cuerpiños y los ánimos satisfechos y agradecidos.


¡Que no nos falten los caminos!

S., octubre 013

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