Que no nos falte el camino


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Fotos de J.C., nuestro reportero dicharachero.

Amanecía un día importante, los Nómadas salían al Camino fieles a una cita mensual que nos transportaría a nuevos pasos que ya son tan viejos y conocidos como la confianza que nos une. Podría reconocer los pasos de los compañeros que caminan a mi lado con los ojos cerrados pero eso será cuestión de demostrarlo, además de decirlo, si algún día me animo a hacer esa prueba.


Guiaba H. por segunda vez consecutiva, esta caminante que absorve cada nueva bocanada de aire repleta de vida y la comparte con esa grandísima implicación con tantísimos compañeros es digna del mejor de los aprecios y de admiración a su valentía. Sentimos la ausencia de dos Nómadas, cada una con sus circunstancias en la vida, no faltaron sus presencias en forma de pensamientos de buena vida. Los demás nos reuníamos en el sitio de costumbre a la hora de costumbre para enfilar hacia el centro de Salceda en dónde nos esperaban los tres que cerrarían semi círculo. Nueve Nómadas, ¡buen número!, y 10 con nuestra particular correcaminos, una mezcla de cánido-cabrita muy humana que conquista corazones y caminos.

Dónde aparcamos los coches es un lugar mítico para el reposo, ¡o no! de viajeros esporádicos que hacen altos en el camino, un camino muy diferente al que hacemos los que caminamos, pero como dice el dicho tiene que haber de todo en la Viña del Señor y a nosotros nos dió base para unas buenas risas antes de comenzar a caminar.

Un verdadero lujo empezar la pateada rodeados de madera húmeda y resbaladiza haciendo que tuviésemos que despertar la atención a dónde y cómo poníamos el siguente paso en natura, nada más empezar uno de los Nómadas anunció la primera caída del día, afortunadamente quien bien camina suele caer bien. O iniciar un ascenso en el que la fuerza del agua era sinfonía convertida en color al calor de los tímidos rayos de un sol que estaba en busca y captura trás una contienda con un lluvia empeñada en ser presencia presente durante tantos días. El día se presentaba animado y el ambiente Nómada prefirió silenciar los acontecimientos de una semana teñida de oscuridades anónimas para ser grupo unido disfrutando de lo que todos nos merecemos, ya que ahí estamos, y ofrecerles nuestro respeto a una tierra que nos estaba regalando tanta claridad diáfana y presencia nutritiva.

Nada menos que tres fotógrafos con tres ópticas diferentes, ¡en esta ocasión no quedará momento que no sea inmortalizado!

Camino, agua, tierra, cielo, molinos, pasos...... Para no variar yo me quedo con el sentimiento crónico que me ofrece cada camino, sentimiento crónico que convierto en crónica que poco habla de los lugares recorridos con nombre y apellidos, que importan, claro que importan, pero a mí me nace más plasmar el sentimiento. Así que cuando llegamos a la antigua escuela convertida en bar y nos recibieron dos señoriñas con una gran sonrisa y con jamón en la mesa antes de pedir las bebidas supe que estábamos en el mejor de los lugares sin importarme demasiado el nombre, el nombre más importante es la hospitalidad y la acogida de esos dos corazones, la simpatía del señor que estaba en la mesa de al lado y observar a los Nómadas alrededor de una mesa con expresiones de satisfacción, con ganas de chanza y alegría. En esa casa, aunque pobre, el hambre pasa de largo, despliegue de jamón serrano acompañado de su trocito de pan, mejillones en vinagreta y tortilla de huevos made in situ, ¿quién da más? Salir al camino no sólo engorda, también ofrece aprendizajes que ningún ser humano que se precie y aprecie no deja de valorar ni deja de olvidar, la generosidad del y al prójimo, nunca sabes por, dónde y cómo vas a caminar mañana......

Seguimos camino caminito......

Se nos había prometido espacio dónde el grito era permiso y vimos la promesa cumplida cuando allá en lo alto todos gritamos a una; gritos que recicló natura con una gran sonrisa de complacencia decorada en los rayos de sol que acompañaban. Unos gritaron con apertura, los brazos extendidos y la dirección al cielo, otros gritaron con los puños cerrados enfocados a las raíces de la tierra que sostenía un sólido pétreo, todos dejamos aflorar las risas que provienen de la liberación, el bienestar de unos pechos abiertos. Ahí se quedaban frustraciones oscuras y frías varias en un espacio que acogió generoso las exhortaciones en forma de gritos que se convierten en aires renovados y en espacios vacíos que se irán llenando a lo largo del día con vivencias válidas, y cálidas.

Y seguimos camino caminito, que no nos falten.

Comida en lo alto y con vistas verdes que relajaron tanto que hasta siesta echamos.

Nuestra perrita viajera se cayó más que lanzarse en la pequeña poza que sostenía a una mina de feldespato, aguas claras y cristalinas azuladas, fue un visto y no visto porque enseguida la ayudamos a subir y a pisar tierra firme.

Mundo animal activo, tierras labradas, agua, canales, regadío......, molinos, agua y corazones lavados con la risa. Paso peculiar por una tierra que se percibe llena de vida a pesar de que sus gentes habitan en un pueblo llamado Ataúde; fue una lástima encontrar cerrado el famoso bar "El descanso" en el que al parecer nos recibiría una señora muy especial con unos atributos que la dignifican, para otra ocasión será la experiencia así que nos encaminamos al centro recreativo; allí nos encontramos ensayos pre-carnaval aderezados al son de músicas orientales y brasileiras en las cuales bailaban distintas generaciones al unísono, fue bonito tener el privilegio de observar tal espectáculo, lástima que acabase tan pronto, los Nómadas llegamos al final sino hubiese sido estupendo confundirse en el medio y bailar, bailar, reir, bailar, reir...., mover el cuerpo con una armonía diferente a los pasos que se hacen camino adelante.

Llegamos a Salceda con el lusco fusco y alguna linterna encendida. En la Calustra esperaban por los Nómadas dos compañer@s del camino y de la vida, dos Calcorreir@s que habían salido de exploración para ofrecerle algo bonito y digno a la tropa, como siempre. Cenamos de tapeteo variado pero lo que se esperaba con cierta impaciencia era el postre, en la anterior salida Nómada paramos a cenar allí y lo encontramos cerrado así que sería en esta ocasión en que probaríamos el tan esperado postre llamado "Teta de monja" que tantas chanzas nos dió en la última salida, ¡bueno!....., yo es que no soy de postre sino de buen comer así que tal vez no valoré lo dulce con objetividad.

Y despedidas varias hasta la próxima, que será, claro, hay cosas que afortunadamente se mantienen, y lo hacen gracias a la implicación, una a una, de quienes valoran reuniones que nos benefician a todos y que consiguen que seamos día a día, miembros participantes y activos de un mundo mejor.

Que no nos falten los caminos ni la compañía de quien sabe valorar los pasos, el compañerismo y la amistad.

S., febrero 014








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