Jornada Nómada caminando la magia que cada uno quiera experimentar



             Fotografía 
*Magnífico y precioso reportaje de Ignacio O. Muchísimas gracias, querido.
http://plus.google.com/photos/115695660064038227263/albums/6017403376055963553?banner=pwa&authkey=CP2AyaC3r9XJ-gE#photos/115695660064038227263/albums/6017403376055963553?banner=pwa&authkey=CP2AyaC3r9XJ-gE

En esta nueva jornada Nómada fuimos nueve (¡buen número!) los que nos reunimos para compartir camino por tierras de Santa María de Oia, una ruta con nombre místicamente atractivo: "Ruta máxica de Oia", sencilla y amable, sin desniveles que se pudieran considerar poco más que de dificultad baja, con unas vistas impresionantes que dejaban libres los sentidos, y sobre todo agradecidos a una ruta que venía revestida de regalo con su lacito energético y todo, de parte de una grandísima caminante amiga, la todo terreno Helena, que aunque ausente en este día porque se presentaba a una pateada de 50 kmts, no dejó de estar muy presente en mi corazón y estima por esta dádiva que nos entregaba como primicia y relevada en la cada vez más y mejor guía de Óscar, caminante intrépido con la que fue a explorarla para los Nómadas, caminante que se supera día a día en esa labor que implica llevar a una tropa camino adelante con la mejor de las intenciones, ganando en maestría con cada nueva ruta que explora, revisa y guía.


No puedo decir que yo estuviese hoy en el mejor de mis momentos, además de tener que integrar que no puedo caminar como me gustaría (todo se andará); amanecí con un cansancio producto de la falta de sueño ya que me levanté a las siete y cuarto de la mañana cuando me había acostado a las tres, con lo cual una, que ya va siendo mayor, ya no está para estos trotes trasnochadores; ¡menudo trasnoche!, no es que me hubiese ido de juerga nocturna, eso no es ni mucho ni poco interesante para mí, sino que trasnoché en mi propio hogar, de charla, más terapéutica que informal, con mi querida hermana Cristina, que está pasando unos días en mi casa, a la que no puedo ver tanto como quisiera pues nos separa un océano, y que ha venido a acompañarme en momentos de mi vida que no están siendo fáciles de asimilar, aún sabiendo que estoy de enhorabuena porque dispongo de un carácter y una personalidad que no se rinden a la ligera y que procuran encontrarle a las situaciones que se van presentando la mejor de sus caras.

Era éste un día especial en muchos sentidos y tal vez me entristecía un poco, sintiendo un deje de melancolía por no sentirme con fuerzas para atender como me hubiese gustado a tan importante elenco presencial, categoría suprema con respecto a estas ocho personas con las que iría a compartir algo más que camino. Especial porque por primera vez en algo más de tres años faltaban miembros del núcleo duro de Nómadas, a saber: Nuestro reportero dicharachero Juan, que por primera vez  no asiste después de más de tres años no faltando a ninguna pateada, mérito que merece la mención ya que falta porque se encuentra en su tierra, en el sur, Huelva; todos hemos sentido la falta de su ser y estar, de ese humor suyo tan particular, sus bombones, su jamón y quesos del sur, y sobre todo su inestimable compañía. También faltó Mari, nuestra meiga zodíaca, junto con sus ánimos y palabras sabias, siempre dispuesta a acompañar, a confraternizar y a escuchar a l@s compañer@s, sin que le falte su característico cinismo pacífico y su gran corazón.

Faltó nuestro caballero quijotesco, Bernardo, postrado en la cama con un trancazo impresionante debido a las lluvias y a las bajas temperaturas repentinas de estos días tras un fin de semana caluroso y soleado, sintiendo también la falta de ese talante tranquilo y reposado con el que nos obsequia siempre, y esa elegancia innata que le da esa presencia que tanto y tan bien le define, y una compañía que cuando nos falta, aún así se siente. Y también faltó nuestra querida Béa, que leal a sus prioridades no podía faltar al festival anual de Cans, dónde disfruta y se nutre de una manera que sólo ella sabe cuánto necesita y que por eso mismo respeta, sin dejar de enviarnos wasapeos con sus deseos de buen camino transmitiéndole a los Nómadas un pensamiento y sentimiento grupal desde una individualidad que aunque nos echa de menos no por ello deja de hacer aquello que cree que le va a sentar mejor.

Sin embargo no faltó a la cita nuestra eficiente y queridísima tesorera Comba, además de ejercer otras muchas tareas varias, tantas como los imprevistos que nos pueda deparar un día de caminata conjunta, en ella depositamos toda la confianza en su buen hacer y saber, teniendo dotes tanto de administración como de respuesta ocurrente, convertido lo díficil en fácil en su hacer, e inmediato su interés en todos y cada uno de los miembros del grupo, a los que inquisitivamente cariñosa siempre consigue saber con pelos y señales todo cuanto ha pasado, pasa e incluso puede llegar a pasar (risa tierna y sonrojada). Por supuesto tampoco faltó nuestro Óscar (Charlie para l@s más íntim@s, sobre todo para sus ángeles, las chicas Nómadas), encargado de llevar a la tropa camino adelante con acierto, delicadeza, responsabilidad y respeto. También acudió Loli M., admirable su creciente compromiso afectivo al grupo, en el que la elección de este día fue compartir jornada con los amigos regalándonos esa sonrisa suya que a todos nos gusta tanto de disfrutar, felices de que nos acompañe y contentos de acompañarla.

La grandísima alegría de compartir día con Ignacio O., grandísima Presencia y grandísimo Señor en todos los aspectos, mirada especial que se refleja en una maravillosa óptica fotográfica que desarrolla con conocimiento y sensibilidad, ¡mira por dónde se convertiría en nuestro reportero del día! sustituyendo sin ni tan siquiera haberlo pedido, a Juan; y es que en ningún momento me preocupó no disponer en este día de un reportaje fotográfico, lamentaba más la ausencia amiga que cualquier misión que haya podido asumir, pero finalmente no nos quedaríamos sin la parte visual gracias a Ignacio, que solícito y generoso como es se prestó a reflejar nuestras vivencias sin más prenda a cambio por nuestra parte que transmitirle nuestra dinámica fluyente y fluida, y de sonreirle al objetivo bajo unas " muy profesionales" orientaciones que sacaron más de una y de dos carcajadas.

Acudieron también dos Nómadas que están asentando huellas que nos van sabiendo a amistad, Javier y Eva, él con ese carácter suyo tan pacífico y sosegado sin que le falte la chispa adecuada, ni carente ni exagerada, mediante un repertorio de chistes que le salen fáciles y de forma natural, que nos sacan la sonrisa, la risa, la evocación al buen silencio y a la escucha reservada y respetuosa que demuestra mientras camina pasos conjuntos, sin perder ni quitar espacios propios con una consideración muy particular, que todos y cada uno de nosotros necesitamos, recogiendo en el camino esos añadidos en los que nada está de menos ni tampoco de más. Y Eva, con su talante "torbellino" que deja entrever alegrías particulares permitiéndose ser, su abierta disposición a la integración sin que tampoco falte una observación y escucha respetuosas, y una curiosidad a la que se entrega paciente y a la que le da tiempo y asentamientos en un grupo que le resulta interesante, amistoso y nutridor (¡gracias!).

Y también Merceditas la Fantástica, Merchi, Mer, grandísima amiga que vuelve a compartir camino con los Nómadas, tal vez porque en estos últimos tiempos las rutas están generosa y benevolentemente "diseñadas", pensadas y elaboradas para ésta que escribe, y ella, amiguita de los caminos fáciles y llanos, sin cuestas ni que subir ni que bajar, está encantada de transitar mientras nos agasaja conversación y escucha, y desinteresada amistad. Y por último Paulino, nuevo fichaje que ya llevaba un tiempo anunciando deseos de participar y que quiso la ocasión que éste fuese el día; bienvenido y bienhallados, conectamos todos muy bien, enseguida nos demostró un carácter abierto y social, curioso y también dispuesto a darse a conocer compartiendo una jornada que sin duda ya ha anunciado que vendrán más.

Tras una semana de lluvia y frio no sé si sería exagerado decir que fue una bendición disponer de un día soleado y fresco, de ninguna de las maneras lluvioso y bien dispuesto a regalar colores, aire limpio, cascadas de aguas cantarinas, frondosos bosques en los que el verde musgo era frescura viva que contagiaba y botas marcando y reforzando camino, lo cierto es que así fue como yo lo percibí y sentí. Lo primero que apreciamos al iniciar camino fueron esas maravillosas vistas a mar amplio y abierto, infinito, inabarcable, y aunque me sentía despistada, patosa e incluso algo densa no hubiese renunciado a ordenarme en y con natura de una manera única y especial, por infinitas veces que vuelva a salir al camino, siempre lo siento como una primera vez.

El ambiente Nómada era también especial, particular, siempre fluyente y cambiante, tanto como los distintos estados de ánimo que nos ocupan encargándose del ejercicio de ser y de manifestarse, como  mostrando en cada nueva salida tanto las partes innatas como aquellos estados que fluctúan, pareciéndonos a veces que siendo los mismos también somos diferentes, con un conocimiento de lo profundo cada vez más y mejor asentado, y con una aceptación y asimilación respetuosas en aquellas otras facetas que nos resultan más misteriosas, o sorprendentes, incluso admirables, valorando y apreciando las vinculaciones afectivas que en todo ello nos implica. Participar en una jornada Nómada es como quedarse con un sabor de boca que a veces sabe a inconcluso y que parece necesario repetir para seguir fluyendo en una manera grupal de ser muy particular.

Comimos en un merendero boscoso con vistas al mar dónde a más de una y de dos nos acabó cogiendo el frio por lo que enseguida levantamos campamento para dirigirnos a la promesa del día, la hermosa poza de Mougás, y aunque las toallas estaban en las mochilas ninguna salió de ellas porque no invitaron lo suficiente las aguas como para zambullirnos en ellas en un día en el que la temperatura era consecuencia de los pasados días de frio y lluvias desapacibles. Visitamos hermosas zonas abiertas y despejadas dónde los petroglifos nos recordaron vivencias y cultura pretéritas, e incluso tuvimos ocasión de comprobar cómo a la mano del hombre contemporáneo construyendo civilización todavía le falta una conciencia naturista mejor integrada pues el resultado era una agresión visual al hermosísimo paisaje, que se "afeaba" con construcciones fuera de tono en un lugar que se encuentra privilegiadamente cercano a una población en la que todavía se siente el sabor y el olor a tierra acompañada por una grandiosa presencia marina.

Terminamos pronto, era sabido ya que estamos en esa fase en la que se plantean caminatas sencillas regaladas con una consideración que aprecio pero que de ninguna de las maneras deseo que se prolonguen de más, siendo muy consciente de lo que yo creo que es mejor, y creo que lo mejor es que lo importante por encima de cualquier individualidad es el bienestar grupal, y mi deseo y orgullo más grande es que Nómadas es hoy por hoy continuidad, con o sin mí, aunque siempre conmigo en un arranque de solidaridad que valoro muchísimo, de eso no hay ninguna duda.

Día especial también porque por primera vez en los seis años de vida de Nómadas no nos quedamos a la picada final, en varios momentos del día me dije que para todo hay una primera vez. ¿Por qué precisamente hoy?, pues no lo sé. Yo no contaba con muchas fuerzas hoy, producto de una semana intensa que requirió un esfuerzo mental importante y que me agotó, junto con que era la tercera vez que conducía el coche en esta nueva etapa de la vida que me ocupa, y todavía no me siento preparada para conducir de noche; tal vez en esta ocasión faltó una energía propia, animadora, conservadora de las buenas costumbres, sobre todo en la atención y obligación que yo misma he querido ejercer, para darle prioridad necesaria a unas nuevas necesidades que es importante que respete ahora mismo y que hacen que tenga que atenderlas prioritariamente frente a responsabilidades grupales que siempre he adoptado con gusto para mí y para los demás, por el bien de todos como unidad grupal; todavía me cuesta integrar que las cosas han cambiado y que no siempre podré ofrecer lo que antes ofrecía sin dificultad.

Todavía nos quedaría vivir una aventura de esas que si no las vives y no las presencias no darías crédito. Casi hacia el final pudimos observar atónitos como dos todo terrenos intentaban subir a la cima por el medio medio del monte, dónde no existía pista ni camino ni sendero por el que transitar más que eso, simplemente monte a través, seguro que un caminante puede "ver" la situación que describo, así, tal cual, mon-te a tra-vés... Nos preguntamos cada uno a su manera cómo podíamos estar presenciando tanta insensatez pues los dos coches derrapaban y resbalaban monte abajo hasta tal punto que los ocupantes tuvieron que bajar y asentar las ruedas con piedras para que acelerando algo más que brusca y peligrosamente los coches pudiesen seguir ascendiendo. No había respuesta lógica posible a la imprudencia y a la temeridad absurda, en la que podíamos casi intuir un más que posible desastre ante una geografía tan empinada en la que los coches podrían volcar en cualquier momento, momento que nos estaba produciendo tal tensión que nos tenía cuasi bloqueados sin saber qué hacer exactamente, no sabiendo si llamar al 112 o reirnos ante una situación tan psicodélica y demencial. En fin, cada loco con su tema...

Al finalizar nos fuimos a tomar las cañas a una hermosa terraza cercana al Monasterio de Oia donde compartimos un buen rato, sintiéndome algo culpable y con un cierto sentir "traidor" por no quedarnos a cenar, sentir que enseguida dispersé con dulzura y compasión hacia mi persona, aprendiendo y asumiendo este nuevo ejercicio, el de ver que ahora mis límites son diferentes y que recuperar "una vida normal" no viene siendo más que algo relativo, como casi todo, sin olvidarme de que tengo la tendencia e incluso la capacidad de adaptarme y de adentrarme en lo absoluto que necesito que interactúe con la relatividad.

Despedidas varias y regreso, retirándose cada mochuelo a su olivo, por primera vez a una hora en la que todavía no había caído el sol. Para cuando llegué a casa mi hermanita había cocinado una tortilla que compartimos volviendo a retomar conversaciones sanadoras que a ambas sin duda nos ayudarán a una próspera y nutritiva continuidad.

Siempre agradecida a cada jornada compartida, en esta ocasión casi diría que un poquito más, por nada especial, simplemente porque el día, la ruta, las personas reunidas ya eran lo especial.

Que no nos falten las buenas presencias comprometidas en hacer juntas camino, ni camino que no deje en el alma un sabor a especial.

Con afecto,

Salo, mayo 014

No hay comentarios:

Publicar un comentario