La Casa del Río

Ya he perdido la cuenta de los textos que se quedan a medias y que tengo guardados en borradores, y es que están siendo muchas las vivencias plenas, me da la sensación de que no llego a integrarlas todas sin importarme si llego a hacerlo o no, pareciéndome que todo tiene algo a destacar, todo me cunde y sí, inevitablemente me falta espacio, hálito y tiempo para reflejarlo así que no hago el esfuerzo que agote sino el esfuerzo que tiene su tiempo y lugar de ser. Hace unas cuantas semanas, un mes aproximadamente, fui a una reunión en La Casa del Río, era la primera del año, creo que llevaba dos veranos sin visitarla; hoy he vuelto y al contrario de la vez anterior, que pensé en hacer crónica pero le dí prioridad a otras vivencias, en esta ocasión bien la merece, no porque la vez anterior no fuese igual de nutritiva sino porque ahora es otra página en la vida y sé que no habrá otro texto mientras no termine éste, salga lo que salga, y es que estoy especialmente diferente hasta para mí misma y sólo alcanzo a fluir en el texto, más que cómo había "pensado" en escribirlo, cómo los dedos en el teclado desean bailar libres.



Y empiezo al revés, como una cuenta atrás que se recicla a si misma, cuando se formó espontáneamente una rueda para despedirnos trás haber compartido comida, celebraciones, paseo y tempos de reposo antes de marchar cada mochuelo a su olivo; me quedo con los abrazos, los más blanditos y los más resistentes, todos me dicen cosas que sólo yo escucho a mi manera, y todas son buenas.

La dueña y señora de la casa nos regalaba a dos señoritas poco antes de la despedida dos ramos maravillosos de hortensias, las mías en tonos azulados y lilas con un toque de blanco junto con un ramillete de lavanda y otro de hierba luisa preparados in situ, aromas que inundaron la pituitaria saboreando mucho más allá del olfato y la vista, regalos que abren pasos profundos emitidos directamente desde un hermosísimo y cuidado jardín; además de quedarme con todo lo demás porque ha sido una jornada preciosa en todos y cada uno de los momentos, conservo unos brazos y manos abiertas de par en par decorados con una maravillosa sonrisa en la mirada ofreciéndome  un abrazo al que me acogí y me dejé quedar un ratito blandita en su contención; mi amigo tiene una casa unida que acepta y favorece los encuentros en un entorno en el que las emociones se pacifican y son esas pequeñas grandes cosas las que yo más y mejor aprecio, porque son las que más le cunden a un espíritu mutante y observador.
Antes estuvimos un buen rato unos tumbados en el césped, otras en el balancín, otros en la mesa bajo la parra, dos en sendas tumbonas, otra con el culo bien asentado en tierra y la espalda apoyada en piedra lisa, otros de pie. Risas, bromas, juego, silencios, alguna que otra mirada al cielo dónde de pronto, descubrir un trocito de arco iris más escondido que presente, como jugando a ver quien observa lo suficiente. Relajadamente animado el ambiente de una tarde que decrece demasiado deprisa, y no era por los concurrentes, que se sienten instalados en la calma de una jornada que va pasando, sino porque el tiempo a veces es caprichoso y te deja la sensación de que pasa en un suspiro.
Críticas musicales con base y fundamento, y con conocimiento, chanzas con el patriarca de la casa contándonos aventurillas, creatividad fotográfica exploradora y discreta, almas de oscuridad, noche y del fulgor de estrellas asentadas en tierra a la luz de un día que también se va despidiendo. Era el reposo al guerrero trás regresar de la batalla, en este caso un sencillo paseo a la vera del río, con sus sombras, sonidos y colores; un paseo corto y suficiente, al menos para la tropa que se detuvo a compartir amigabilidad y admiración por las vacas, que tuvo sesión fotográfica de otros tiempos, que perdió a tres caminantes pacientemente impacientes, ¡o viceversa!, y que en definitiva dejaba el tema ejercicio o perspectiva de pateada para mejor momento, más bien parecía que las preferencias generales eran de disfrutar sencillamente de un entorno en el que el agua del  río, con sus diferentes sonidos, mantenía apaciguados a los caminantes en un estado por el que no tenían ninguna prisa en dejar atrás, dedicándose más bien a disfrutarlo cada uno a su manera y todos juntos.

Y antes sobremesa, momento mensajes que se eligen dejándole a la probabilidad su turno, que pueden resonar, o no, a través de los diferentes juegos de cartas encima de la mesa; tacto amoroso a una rodilla que habla de resistencias que piden ser atendidas; festejo y  regalos a dos cumpleañeros soplando las velas de sendas tartas con sabor a miel, con sabor a fresas. Por otro lado un cierto sonrojo, emoción y verguenza por tantísima generosidad equipando al verano con colores de brisa, de frescura, de agua, de verdes y de cielos abiertos ¿Qué decir del alma artífice de estos encuentros?, ofrece su casa, la abre entera, toda, una casa que vibra en el interior con amor y vida; en el exterior un intercambio de energías con la naturaleza, con el agua, con los verdes, con las flores, con los pájaros, con el río, con la sombra de la parra en verano, con los aromas a plantas y a comida, comida a la que todos contribuimos, unos en el asador, otras y otros en la cocina, poniendo la mesa, conversando, en fin, unas joyitas oiga, nocturnas, noctámbulas y sin que falte el apelativo de pendencieras, que también ¿Qué hace una chica cómo tú en un lugar cómo este?...
 
Antes un cumpleaños feliz al teléfono en un día 6 de julio cantado por un coro espontáneo de campamento mientras la instigadora, que hoy nos acompañaba en el sentimiento, decía: ¡Más alto, más alto...!, si la lagrimita tímida y emocionada quería salir ése fue el momento. Nos sentamos a la mesa tarde, por no desentonar con las costumbres de reuniones de otrora. Hoy las fuerzas y la energía serían acomodarme en algún rincón al aire libre y dejarme influir por todo aquello que natura y los amigos quisieran ofrecerme, así que me serví un poco de todo porque todo llevaba un poco de todos que yo sentía que recibía entero.

El viaje en coche lo hice escuchando música conduciendo tranquilamente. Me habían llamado por si quería que me recogiesen, tanto si hacía el viaje en barco como si tuviesen que venir a buscarme a casa, se agradece inmensamente y tal vez algún día tenga que ser pero no es eso lo que yo quiero, y como puedo, soy un ser independiente al que le gusta serlo, y aunque sé pedir ayuda y la pido si la necesito prefiero infinitamente más valerme por mí misma en todos los aspectos, apreciando y agradeciendo mi valía, mi autonomía, mis errores y mis aciertos, porque así es cómo me siento aprendiendo, creciendo, libre y contribuyendo. Y por todo ello, ¡cómo y cuánto quiero y aprecio el ofrecimiento de los amigos sinceros! Los veo, los siento, aquí dentro.
Y antes un amanecer que ya no me sorprende lo sorprendente que puede llegar a ser y que acojo con actitud y a ser posible con alegría aunque unas vivencias se comprendan y otras estoy en el proceso de comprender para qué, no me interesa lo más mínimo el por qué. 

Antes. Antes esta reunión estaba planificada por sorpresa para el domingo anterior y el domingo anterior no pudo ser, pero como todo está en su sitio y lugar no podía haber salido mejor la nueva propuesta de reunión.

Antes ha habido muchos antes, tantos que no doy integrado tanto y todo como me gustaría. Mi presente es tan vivo que me ocupa en situaciones y en momentos que no puedo valorar como mejores a los que ahora siento ni peores a cómo he sentido y siento.

Antes estuve en el intento de terminar sin conseguirlo otra crónica de tantas escrita a medias y no publicada dónde mi rol era el de mamá gallina en el paraíso custodiando a cuatro ninfas de aguas dulces y mostrando desde el silencio la importancia de sensaciones, momentos, de lapsus con sabores eternos .

Antes soledades sentidas. Comida al aire libre en la playa. Noches de piel al desnudo y de complicidades con la suave brisa, momentos a solas, momentos en compañía. Recogimientos pacíficos. Conversaciones. Silencios. Abrirle a alguien la puerta de "los silencios más callados". Clase beneficiosa e instructiva. Reflexiones que motivan. Aislamientos necesarios. Burocracias. Ganas de despedidas, ganas de bienvenidas. Intenso, todo intenso, ¡trémula el alma mía!

Dar la gracias ya no me resulta suficiente. A veces lamento no alcanzar a las palabras, me siento como faltándome don, aunque en realidad también celebro que tengan vida propia y que sepan escoger el buen momento. Cada vez más dejo de distinguir el vértigo de una vorágine de vida intensa que ralentizo todo lo que puedo, para no ocuparme en quien es quien, prefiriendo apreciar y vivir quien es cada uno y cada una. Por reubicarme en esta crónica a quien más quiero considerar es al anfitrión que acoge a sus coberturas emocionales cuidándolas, mimándolas, honrándolas y sirviendo en el mejor de los sentidos, alma noble que no sólo ama sino que es amor, ya no tan en desacuerdo con esa luz que le pertenece pues sabe de ella cada vez mejor, y es desde ahí dónde aprecia en todo su esplendor la oscuridad que también es suya.

Agradecida sobre todo y por encima de todo a la vida, a mi vida. Nunca ha sido lo que digo sino lo que callo y lo que dejo esparcido.

Y todo lo que existe ahora trás ahora es algo que jamás pude pensar en obtener de otra forma que no fuese siendo como soy ahora, siempre.
  
S., julio 014











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