Cinco en el camino

Estoy de Enhorabuena. Salida Nómada el sábado y encuentro para una aventura de esas que sólo pueden quedar registradas en el alma del caminante que aprecia las bondades que regala generosamente Natura, el domingo.


Quedada en lo alto de Puxeiros. Acuden a la cita cinco Caminantes dign@s. Lo único que tenemos claro es que enfilamos hacia la tierra que enamora y apasiona al buen caminante, Portugal. Y ahí estoy yo, puntual y leal, confiada y sin importarme adónde, aunque si me dan a elegir......
Enfilamos hacia Melgaço, y de ahí desvío hacia Lamas de Mouro, y de ahí hacia Gavieira, y seguidamente Batateira, y un poco más adelante, dónde ya no existe nada más que naturaleza y montaña, nos detenemos. Hace frío, vamos en busca de la nieve, del ascenso, del silencio en La Peneda.
Camino con cuatro héroes del camino, amados y amantes de natura, como yo. Me siento diferente al día anterior en el que caminé por verdes y aguas, y sol, y afectos. Hoy me siento sola y quiero sentirme en mí y conmigo; es un día de pruebas al esfuerzo, a la respiración, a la voluntad, al orden en el medio de tanto caos que en el lugar en el que me encuentro es absurdo mantener, natura me dice que es "ajena a todos esos parloteos e inconsistencias humanas" que surjen en el medio de una vida pacífica y que más me vale bendecir este momento y todos los momentos venideros.

Los cinco íbamos juntos, bien juntos para lo que haga falta y más allí arriba, pero no revueltos, allá cada uno con sus propios ordenamientos. La pretensión era subir más allá de los mil trescientos metros, y ya que no estamos en los Picos de Europa, ni en Ancares ni en Trevinca, menos mal que nos queda Portugal.
Fue una delicia volver a reencontrarme con las vacas cachenas. Y con los poderosos e imponentes garranos. Caminar entre brandas, detenernos a comer en una de ellas al calor de unos rayos de sol generosos entre el frío que se colaba por cada rincón del cuerpo. ¡Y ese silencio!, ese magnífico y potente, sonoro silencio. Encontramos huellas y heces de lobo en nuestro ascenso, deseé un encuentro con el canis lupus, con su mirada atenta, con su presencia observante y vigilante de nuestras presencias pero éste sólo dejó huellas, rastros, evocación y constatación de presencia en un territorio en el que nosotros tan sólo estamos de paso.
Volví a sentir la incomparable soledad en la que una se percibe inmensamente pequeña y al mismo tiempo inmensamente poderosa ante tanta magnificencia natural, montañera. La sonrisa plácida salía sola, sin esfuerzo, libre, confiando tal vez más en ese silencio de lo que puedo confiar en un día a día en el que la confianza no es un valor en alza.
Uno de los compañeros se cae de lleno en el río que cruza nuestro camino. Ropa mojada, calcetines de repuesto que han quedado en el coche...., opta por calzarse las botas sin ellos y continuar mientras los calcetines se secan colgados de la mochila.
Inmensidad, penedos con personalidad, escalada, caminar entre nieve que llega a las rodillas dificultando los pasos y preguntándote qué narices estás haciendo ahí, y es que las realidades nunca son paralelas a la imaginación, son más vívidas y experimentales. Pero llega el momento en el que te detienes, y observas a tu alrededor, y respiras hondo, te extasias viendo la majestuosidad de la naturaleza, esas montañas de las que te rodeas, ¡estás en ellas!; te centras, sigues......
Mariolas, hitos, fitos, grandes piedras, pequeñas piedras, tierra, cielo, caminante y camino.

Alcanzamos los más de mil trescientos metros. Y una vez arriba dimos la vuelta y descendimos.
¿Quien nos iba a decir que nos veríamos envueltos en el medio medio de una cacería en domingo? De repente ¡tiros! Tiros tan cerca que casi silbaban. ¡Confusión!...., ¿qué hacemos? Pronto empezamos a divisar a los cazadores ataviados con sus chalecos de colores vivos. La única que llevaba colores vivos entre nosotros era ésta que escribe, los compañeros iban conjuntados en colores oscuros predominando el negro.

Seguimos descenso con precaución, los cazadores también nos habían visto. Era una cacería considerable, muchos perros aullando con un sonido que nunca había vivenciado tan cerca; la cacería seguía su curso y presenciamos cada uno de nosotros varios "detalles". Yo ví un animal huyendo y perdiéndose entre la maleza, pensé que podía ser un raposo. Íbamos haciendo conjeturas en el descenso, nos encontramos un poco más adelante a dos caballos devorados, aún frescos, y deducimos que estaban cazando al lobo (imaginación al poder, jaja). Lo entendimos. Quiero decir que éramos conscientes de que éramos caminantes extraños en una tierra en la que esa gente tiene sus normas, personalmente yo no lo cuestioné y creo que ninguno de los que estábamos ahí lo hacía.

La verdad es que estábamos "rodeados", literalmente, estábamos en el medio de una cacería, ¡coitadiños! Peligroso.

Para cuando llegamos arriba, como pudimos, dónde dejamos el coche por la mañana en silencio era una algarabía de sonidos y ajetreos varios en el mundo de la caza. Fueron amables y nosotros también aunque yo preferí pasar de largo sin detenerme demasiado junto con un compañero; sin embargo tres de los compañeros se detuvieron a hablar, a preguntar, y les llevaron hasta una camioneta, entonces sí que espabilé para ver yo también qué se cocía por allí. Me encontré con un jabalí joven abatido. No sé si fue decepción lo que sentí, aceptación tranquila tal vez.

Regresamos al son de música que me indicó algo más de la personalidad del conductor. Y paramos, como no, en ese lugar en el que los buenos caminantes se deleitan con un buen arroz malandro, aunque esta vez no pudo ser. Sí que nos encontramos con el agradecimiento a un buen fuego que mantuviese caldeada la estancia y los corazones, junto con una cena tan digna como digno fue el día, como dign@s son los caminantes.

Despedida a un día maravilloso dejando posos de valiosísima felicidad.

¡Que nos quiten lo bailao!

S., febrero 014




4 comentarios:

  1. Belo relato, grande lugar

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  2. Grazas polo teu comentario, Xandacalle.

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  3. Senen12/5/14

    Coido que madrei medio metro o ler este relato, agradecido a nai Natura de te haber coñecido

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  4. É que a aventura non foi para menos, eh, Senen? Foi un día fantástico, eu creo que tamén medrei!, jajajaja..

    Grazas polas túas palabras, és un compañeiro de camiños digno e un home digno de coñecer. Unha aperta

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