Gracias a la vida que me entrega tanto...

 Imágenes de Ignacio O., siempre ahí para la defensa de A Serra do Galiñeiro

Gran colofón final a un fin de semana en el que la intensidad de las vivencias ha sido tal que estar viva supone mucho más que la simple noción de estarlo. Viernes y sábado ya están posados en el corazón con el sello de la alegría a las vivencias que se sienten regaladas y dispuestas a seguir favoreciendo este rumbo, dándole la oportunidad a las alegrías nuevas, a los momentos plenos, al ralentí, a la sanación que deriva de un compromiso común y al respeto a aquellos de los que algo se aprende y a los cuales algo se enseña. Dos días de convivencia en el que un encuentro planeado para dos acabó espontáneamente en la suma de un tercer, cuarto, quinto y hasta un sexto elemento, con el consentimiento unánime de fluir con las circunstancias hasta el punto de poder cambiarlas con la misma disposición con la que fue bien recibido lo inesperado en un fin de semana que nació con un objetivo dispuesto a ser flexible y resistente como un junco, y que quiso mantener ese principio se sumase quien se sumase a ese carro, tornándose una decisión que partió de dos en una implicación de seis que se mantuvo unida y no por ello revuelta, con grandes oportunidades de interactuar sin que por ello faltase espacio propio, consideración y presencia.


Amanecí el domingo sabiendo que daba por finalizada una hermosísima y nutritiva convivencia que despedí agradecida, pues mi destino era el camino y la decisión de dirigirme a un encuentro colorido dispuesto a decorar con su marcha el derecho a la honra de presentarle defensa y respetos a natura; los colores lucieron brillando discreta y armónicamente en el camino mientras se compartía abiertamente algo más que pasos. Resolví escuchar mensajes que hablaban del poder de una sonrisa mientras acortaba distancias hacia el punto de un primer encuentro en el que nos reuniríamos cuatro caminantes de éstos y de otros tiempos. Poco más tarde ahí estaba, un gran movimiento multicolor reunido en un domingo soleado acompañado de una brisa algo más que ligera; en el aire se percibía esa sensación que tan bien conocemos los caminantes antes de iniciarse la marcha, ese revoltijo en el estómago producto de la emoción que aporta saber que durante unas horas se compartirá un destino común.
Si alguna expectativa albergaba seguramente sería muy diferente a lo que acabaría siendo, el caso es que a mí me daba igual como fuese, prefería darle importancia y presencia al momento segura de que me depararía buenas experiencias; así que la elección para el día fue partir de la premisa de que todos somos iguales en algún aspecto sabiendo que ahí está también la diferencia como cualidad creativa y aportadora, en dónde los colores caminantes bien podrían simbolizar al corazón, a la tierra, al sol y a la comunicación abierta. Camino que surge y fluye fácil y natural marcando y acompañando a los pasos que eligieron la conjunción de colores como estandarte del movimiento que simboliza huellas que actualizan los nuevos pasos.
Presencias esperadas que confluyen y se encuentran, no muchas a primera hora, agradecida a la mesura que presentó benevolente a los justos, necesarios y suficientes y no un inicio de ruta en el que todas las presencias amigas confluyesen al mismo tiempo. Ausencias que en el recuerdo no dejan de ser Presencias, y ambiente en el que el silencio de natura se manifiesta para el regocijo del que camina sabiendo que en el acto de caminar ya está contenida la meta.
Naturaleza receptiva, contenta, pacífica disfrutando de ser caminada. Pasos ligeros, seguros, cautos y sensibles siguendo al pelotón que va por delante y precediendo al que viene por detrás. Impulsos saltarines y deseos de escalada a los que la ocasión ofrece tregua dejando para un posible mañana lo que bien se habría podido hacer hoy si no fuese porque el movimiento que se estaba realizando ya era el adecuado, el válido, el que aportaba lo esperado y lo inesperado, simplemente caminando.
Primer encuentro que resonó con la energía pizpireta que llevaba dentro, ya estaba más cerca que lejos la "actividad" que cosquilleaba dentro de mí sintonizando con la energía de la caminante amiga que se acerca; enseguida nos acoplamos y nos acompañamos un muy buen tramo contentas de reunirnos y de charlar, de ponernos al día, de contarnos cosas y de hacer camino juntas.
Yo quería volar, pero no era un día para volar y planear en cielos particulares sino para caminar con los amigos. De repente me ví inmersa nuevamente en la energía de la apertura a lo inesperado; así, me encontré con caras amigas a las que hacía tiempo que no veía apreciando cómo se presentaban los momentos de seguir manteniendo la oportunidad con aquellos reencuentros que nunca se descuidan del todo. Encuentros con los más asiduos, ¡qué gusto verlos! Y un encuentro especial que todavía caldea en el plexo por lo espontáneo, transparente, emotivo y afectivo en niveles inteligentemente sensibles, y es que hay ópticas y miradas que van más allá de las apariencias, junto con el conocimiento y la sabiduría de saber, poder y querer expresarlo, ¡gracias! Domingo de caminantes unidos y reunidos para que muchas causas, tantas como éramos cada uno, se cristalizaran en una sola causa afín; no importa demasiado, o tal vez no importa en absoluto cual es la causa en sí, la cuestión es si todos consienten en compartir energías siendo cómo los árboles de un bosque que se roza, se toca, se acaricia, se comunica y se separa sin que les falte un espacio en el que asentarse, tanto propio como común.
Mañana que me supo a corta pues para cuando quise darme cuenta ya se divisaban los primeros coches en la lejanía, la sensación seguía siendo de que podría seguir caminando y caminando mientras la lejanía se acortaba cada vez más, y es que ya venía sintiendo dos días atrás esa inquietud que me indicaba que por mucho que caminase  no sería suficiente, al menos para una mañana de tres horas de caminata relajada, tal vez me están haciendo falta aquellos paisajes en los que sentirse pequeña no tiene más significado que lo equivalente a percibirse caminando en la grandiosidad de la montaña y en los espacios abiertos rozando el cielo. Cuando llegamos al final de la ruta se presentó la oportunidad para las despedidas varias y para las nuevas bienvenidas.  Decisión de algunos de dejarnos guiar por el olfato que se abría a los aromas a comida o porque era una opción más y esa fue la elegida. Comunicación abierta, buena organización generalizada y buen rollo de calor humano compartiendo espacios dedicados a la distensión.
Momentos compartidos valorados como honestos, amigables, generosos, sin acertar a destacar uno por encima del otro ni a querer comparar las distintas reciprocidades, complicidades, sentimientos, risas, entregas o confianzas recibidas, pues lo que se queda dentro viene siendo ni más ni menos lo que uno elige dar, sin lamentar que con algunos y con algunas quizás faltó más tiempo de presencias compartidas, de conversaciones más demoradas o incluso de afectos que no fueron más allá de un saludo, pues éramos tantos que no podemos llegar a tanto por mucho que lo deseemos.
Y regreso a casa en una tarde en la que todavía necesité salir a caminar entre playas, como queriendo posar tranquilamente todo lo vivido en soledad tras un compartir tan lleno con las presencias amigas, despidiendo y apreciando un fin de semana maravilloso para el que no han acudido más palabras porque no acierto a darle más importancia a unos momentos que a otros, pues todos han sido tan intensos y tan vividos que no quedan ni los restos, así cómo se han recibido se han soltado, en el mismo momento que acude a recibir al siguiente momento sin necesitar algo más que éste calor en el pecho que habla del beneficio que se queda en la mochila de las buenas y apreciadas vivencias sin más sensación que la de llevar un peso liviano que no puede más que aportar un sabor de ligereza.
Gracias a Loreto, Aurora, Manav, Cris, Mighello, Nacho, Anxo, Sonia, Yuka, Ramón, Tucho, Senén, Helena, Uxío, Tersi, Marité, Lourdes, Ignacio, Loli M., Sita, Loli Mir..., Teresa, Blanca, Bea C., Manuel, Alejandro, Julia, y a tantos más a lo largo de este fin de semana, que me habéis regalado vuestro colorido y vuestra esencia en instantes en los que lo más auténtico y precioso por encima de cualquier vivencia ha sido nuestro ser decorando un horizonte digno y nuestros pasos siendo magnífica presencia.

Que no nos falte el camino ni la oportunidad de compartirlo.

Salo, mayo 014  
 


4 comentarios:

  1. Senen12/5/14

    Parabens a tua narrativa e bicos agarimosos a tua sensibilidade

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  2. Grazas, Senén.

    Se recibo palabras coma estas que ofreces algo bó tiven que facer. Vése que a sensibilidade é mutua, parabéns a ti tamén. Bicos

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  3. Anónimo1/7/14

    Gracias por esta crónica linda, por ese día y gracias sobre todo, por dejar que lo compartiera contigo. Realmente caminar a tu lado, Salomé, era lo que más falta me hacía. Gracias a ti y sí, espero compartir "más caminos" contigo y a tu lado.

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  4. Muchas gracias de corazón a corazón. No consigo identificar (del todo) a quien ha dejado este mensaje tan agradecido, en todo caso si hemos compartido pasos también habremos compartido sentimientos, conversación, silencios, tacto, consideración. Yo también espero seguir compartiendo caminos, contigo, a tu lado, que no nos falten.

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