Sensaciones que hacen camino


Grata y muy agradable sorpresa la de este domingo pues he tenido el gusto de conocer a grandes caminantes, aquí, como quien dice en casa; caminantes con los que me gustaría caminar más caminos, tanto con su grupo con el que deseo repetir, como con los Nómadas, deseando que nos acompañen.

Fin de semana en el que había diferentes propuestas y actividades, todas sin más desplazamiento que salir por la puerta de tan cerca. Para el domingo ya tenía decidido apuntarme a una convocatoria atípica, una salida compartida de ciclistas-caminantes, ¡nunca había experimentado yo algo así!, y así también me atraía, y así me sumé con ell@s en la que es mi línea, la caminante.
Al llegar al punto de encuentro encontré a varias personas con mochila pero ninguna de ellas iba a la pateada. ¡Vale!, espera... Pronto llegó un ciclista, y otro ciclista más, y allá venían un@s que caminan, unas seis personas. ¡Vale! Trás unos primeros momentos siendo la nueva y siendo tod@s nuev@s para mí enseguida conectamos y nos reconocimos, hablamos, del camino claro, y en los pasos conjuntos es como se van haciendo caminos varios. Yo me sentía maravillada.
Me interesaba, además de pretender disfrutar de un día que comenzaba caminando, el recorrido en particular, porque llevo tiempo queriendo explorar esa zona y de dos intensos intentos que hice en algún momento pasado no salió bien el asunto.
Pronto empezamos a charlar, a acreditarnos, a contarnos anécdotas..., Picos de Europa, Ancares, Trevinca, Oscos, Somiedo... Le digo al guía que Nómadas tiene seis años y con mucha elegancia me dice que Cacarexos tiene más de veinte, ¡mira la chulita, chúpate esa! Gente maja y buena -de fala galega a maioría sen que falte a jeada e o seseo-, me sentí maravillada de estar caminando con gente del pueblo, de una zona en concreto en la que adoraría tener una vivienda, tierra de mi abuelo y que también siento mi tierra. Fiché a una fenómena de los alrededores, estudiosa de la toponimia, mujer sencilla y sabia, ésta me va a enseñar a mí más que lepe porque desde el primer momento la percibí bien dispuesta a hacerlo y porque las dos estamos en el mismo saco en esto de recorrer senderos, sonidos, aromas y tierra. Una primera etapa de la ruta en la que fuimos bien recibidos y bien hallados, siendo ahí dónde la confianza se presenta fluida.
Registros privilegiados para mí de la historia del pueblo y lindes, mencionar las poblaciones cercanas con tanta familiaridad, escucharles hablar de la política del pueblo, la mayoría gente de la tierra a la que se sienten vinculad@s; no sé, fue una sensación muy bonita, he caminado muchos pueblos pero nunca había caminado el mío como lo hice este domingo, el pueblo de mi padre, con gente del mismo lugar que para mi gratitud y sorpresa camina como yo, con similares planteamientos, y ahí es dónde nos entendemos, es algo que traspasa pueblos, y fronteras, con un núcleo central, el núcleo caminante que ahora éramos.  Fue un trayecto muy lindo, muy nutritivo y que creó algún tipo de lazo, sigo maravillada.
El tramo que hice con Cacarexos ya lo conocía, a mí me interesaba el asunto a partir del segundo punto de encuentro, al que llegarían más ciclistas y caminantes del pueblo vecino, también mi pueblo, el de mi madre.
Bueno bueno bueno..., lo que asomaba por ahí, una buenísima y heterogénea tropa de gente que me levantó enseguida otra energía, chisposa, alegre, risueña y saltarina, ¡ése es mi pueblo!, en ciertos aspectos me identifico más con la energía del pueblo de mi madre, porque es una energía tranquila, respetuosa con la madre tierra, me evoca arraigo y eso es lo que alimenta que mis pies se muevan. Quienes se acoplaban lo hacían respondiendo a otro colectivo relacionado con la naturaleza en general, pude observar que tanto los de un pueblo como del otro se reconocían de haber compartido otros caminos, dos colectivos bien avenidos, lo que no acabé de entender muy bien es el colectivo ciclista en cuestión, (después me explicaría el guía que se pusieron en contacto con ellos para pedirles asesoramiento logístico) que nos participó antes de salir del punto de encuentro que no pretendían recuperar caminos antiguos sino ofrecer vías alternativas y útiles al ciclista y al caminante y que la pista o el asfalto no es necesariamente negativo. Bien, es otra forma tan útil como otras de aprovechar el entorno, me parece bien la iniciativa aunque sigo prefiririendo pisar tierra si es posible, aunque sea necesario o inevitable disponer también de la alfombra asfáltica.
Por lo tanto hicieron bastantes oídos sordos a l@s veteran@s de la zona con la propuesta de atravesar por pista al menos, ¡y es que existiendo la alternativa!, y ahí es dónde colectivo ciclistas-caminantes se dieron cuenta de que no tenían las mismas perspectivas en cuanto al camino y que aunque estaba siendo un día colaborativo por ambas partes no parecía que prosperaría la colaboración en un futuro. Me admiré de que a pesar de que los caminantes éramos claramente mayoría, los responsables cediesen ante quienes se habían puesto en contacto para solicitar ayuda. Así es también la vida, a veces va y a veces va de otra manera.
 
Entre la tropa multicolor y variopinta recién llegada, cuatro caminantes Nómadas de otrora y de siempre a los que me dirigí muy contenta de verles llegar, agradecida a la oportunidad de compartir pasos, tramos y las buenas palabras. Me llamó la atención un personaje y más adelante entendí por qué, resultó ser un caminante poeta regalándonos dos historias ante una hermosa ermita, una sobre Ulises regresando a casa, la Isla de Ons, y la otra una oda al optimismo. Me encantó oirle declamar con ese "jalejo" tan de aquí y de ver a un hombre con un trayecto de vida en su haber manteniendo el entusiasmo y la vitalidad que demuestra que tiene.
Poco a poco íbamos adentrándonos en tierras de Bueu, mi atención se centró más en el camino, quería recoger algún tipo de referencia para explorarla cuando pueda y quiera, aunque no me quería perder la esencia caminante así que tanto me entretenía delante como atrás como en el medio, con un@s, con otr@s, ahora yo sola, ahora contigo. Pronto nos adentramos en senderos bonitos que unen poblaciones. Si antes habíamos caminado entre fincas con opción a manzanas y uvas blancas deliciosas (las negras incomestibles), ahora caminábamos tierra húmeda por las lluvias, tierra seca y hojareda, arboleda, colores y flores silvestres, ¡maravilla!, daría para una buena ruta que llevo teniendo años en mente.
Pronto llegamos a las vistas al mar nada más salir del sendero, hacia abajo una perspectiva del pueblo nunca vista, una panorámica verdaderamente hermosa, la isla, Ons, paisajes marinos de otra ría, horizonte y detrás y en lo alto los que caminan, viéndolo, admirándolo. Nos dirigíamos al Pazo de Santa Cruz, en cuya ermita mora Sta. Ifigenia (que por cierto "se negó" a que saliese su imagen publicada por  mucho que lo intenté), no sabía yo, y es que ignoro muchas cosas, que es una Virgen Negra, que abren la ermita una vez al año y que este domingo era la romería. ¡Vale!,  podía hacer cualquier cosa, quedarme y regresar con tod@s a las cinco, ciñéndome a la convocatoria, o marcharme llegada al pazo, este soleado y caluroso día me estaba diciendo con mucha convicción que una tarde cerquita del mar podría ser una muy buena idea.
Antes escuchamos a un guía que nos explicó la historia del pazo, nos habló de su escudo perfectamente dividido en el que cada cuadrante informaba a conciencia de tan rancio abolengo, o de que lo que sostiene al púlpito es un gaiteiro de los más antiguos, del siglo XVII; nos habló de la inquisición y del dominio del Pazo, que era mucho. Recordé el paso por los perímetros de mi pueblo unas horas antes en el que asomó una pequeña ermita que ya conocía pero que no sabía que fuese morada de jesuitas, información que ofreció el guía de los Cacarexos.

Y dicho y hecho, ni la famosa sidra probamos en la romería, demasiado bullicio y gentío, me saben mejor los aires tranquilos y los ritmos acompasados a sonidos que entren suavemente en la psique. Me uní a la decisión de pedir un taxi pues mi amiga y sus hij@s, una caminante y un ciclista, que se unieron a la tropa en un punto del camino, debían estar a cierta hora en una comida familiar; también me atraía volver caminando pero aunque a veces disponemos del tiempo no es tan sencillo disponer de todo el tiempo, y si quería ir pateando entre costa y nadar dónde me diese la gana, el tiempo de hacer senderos ya fue por la mañana, así que dí las gracias a una hermosa mañana a las dos de la tarde y, ¡mira tú por dónde! nos despedimos de la zona saboreando una deliciosa sidra que nos ofrecieron desde una furgoneta y en la que acabamos bebiendo una taza y comprando sendas botellas mientras esperábamos por el taxi.
Momento curioso cuando me encaminaba a casa para comer allí lo que había llevado al camino antes de volver a salir por la puerta, pues se detiene un coche a mi altura del que sale mi nueva amiga, la que sabe tanto de los caminos viejos y a la que no encontré entre tanto gentío en el pazo para despedirme y pedirle el teléfono. Bien, fue un encuentro de esos que cunden y que dejan buen sabor por dentro y que le sacan a una la sonrisa, parece que recorreremos juntas algún que otro sendero por los alrededores que me permitan conocer con más profundidad una zona que siento próxima y cercana en algún rincón de mí.
 
Tarde tal cual la había sentido en lo alto de un monte con hermosos dominios paisajísticos. Mar, aguas pacíficas exactamente igual de cálidas que el día anterior, olor a instantes marinos, hoy con imágenes increíbles de la acumulación de algas putrefactas en todas las playas rebañadas por la sal y por el siguiente montículo de algas frescas en las que las gaviotas picoteaban, dejando en el aire un olor intenso que algun@s podrían tachar de desagradable y que en mí evocaba el ciclo de la vida, de la muerte, de la vida...
Repaso de instantes transformados en imágenes, en vídeos, en tempos de baños demorados como haciendo despedidas dignas y agradecidas, aún resistiéndome un poco a abandonar el mar, convencida de que todavía tienen algo que ofrecerme sus aguas.
Un día verdaderamente hermoso en el que viví muchos buenos momentos. Desde la escucha condescendiente y comprensiva a una iniciativa de dos colectivos que aunque bien avenidos creo que les quedó claro que no quieren lo mismo, hasta al buen encuentro con todas y con todos, y a la satisfacción por lo compartido. 
Una vez más el camino. Que no nos falte el entusiasmo en recorrerlo, ese entusiasmo tranquilo que construye mucho más que pasos conjuntos convirtiendo al caminante en el mismo camino.
 S., septiembre 014









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