Caminando Vida por los remotos recorridos de un pasado presente

No contábamos con un día de lluvia, más bien esperábamos un domingo soleado y puede que frío; el destino era el mítico "Sistelo", lugar que tantas veces (todas y cada una) abrió mi corazón y me mostró tan diferentes maneras de vivir el camino, un lugar que me enseñó a valorar una manera de caminar que no abarca tan sólo a los pasos compartidos sino a los propios pasos caminantes por una trayectoria de vida.

Llevaba ya unos días con una emoción especial sabiendo que regresaba a parajes que me aportaron tanto que en este último año es de las pocas cosas que despertaban en mí inconformismo, nunca contemplé renunciar a volver a recorrer las bondades de lugares tan especiales y que tanto me han entregado, sin embargo siempre estuve dispuesta a aceptar que tal vez no podría volver a hacerlo. De ahí esta emoción serena que he aprendido a desarrollar, y de ahí el agradecimiento a una determinación que respeta ritmos y a un sentir orientado hacia la posibilidad de que quizás algún día podría conseguirlo.
El recorrido en coche tenía prendida la mirada en los paisajes conocidos. Volver a recorrer el camino para el que no necesito más mapa que la ilusión de encontrarme en cada curva y en cada recodo el mismo recibimiento, la misma promesa, y ya llegad@s a "Portela de Alvite", lugar que me indica que estoy próxima a un destino querido, antes de ese gran descenso que aproxima al pueblo de Sistelo, cúmulo de recuerdos de tantísimas experiencias, de los afectos siempre presentes en la estima, de las maravillosas aventuras vivídas, la misma emoción de una primera vez cuando el ambiente natural atrapó el sentimiento y la valorización a esta energía limpia del lugar que me enamoró desde el primer encuentro.
Fue en el mismo descenso y en el conocimiento que tenemos de la zona que supimos que hoy no era el día para caminar por "El pequeño Nepal", así que dimos vuelta sin frustración ni asperezas pues sólo indica que tenemos una nueva oportunidad de regresar. La opción B fue elegir caminar por el otro lado del valle pues el recorrido no tendría tanto desnivel ni subiríamos tan arriba en la montaña, y la elección fue "Merufe", realizaríamos otra ruta no menos amada, el "Trilho dos Mortos", comenzando el recorrido de una manera diferente, desde "Arado", dejando como colofón final un hermosísimo recorrido que nos llevaría hasta la "Igreja do Nosso Senhor dos Passos" para un último ascenso, magnífico, húmedo, pétreo, lleno de verde-musgo por doquier y que está incrustado como uno de los "grandes" en el alma mía, no tan sólo por la belleza natural en su máxima exposición sino por el sentido que tiene, o que tuvo en sus tiempos ése recorrido en concreto, la bajada de los difuntos hasta la iglesia; es difícil hacerse una idea hoy en día de los periplos de l@s paisan@s bajando a los difuntos a pie o en carro por tan especial y dificultoso paso.
No hay palabras que consigan describir el sentir mientras subes por los añorados caminos empedrados, el tocar los muros de piedra que custodian los pasos que ascienden contentos, atravesar los bosques densos y acogedores protegiéndote de la lluvia, escuchar las conversaciones amigas delante de tí, detrás, a tu lado. No hay palabras para las sensaciones que te llegan cuando caminas en silencio olisqueando el aire limpio y fresco que te aportan las alturas, o recibes a un coro de pájaros regalándote naturaleza en los oídos, o te detienes en monumentos presentes, homenaje a la muerte y a la vida de otrora, o pasas por aldeas en las que entras en una casa derruída que todavía conserva retratos de otros tiempos, o te paras a comer bajo la protección de un olivo sin importarte ni mucho ni poco la lluvia, o cuando atraviesas la crecida de un río confiando en que no se te humedecerán las botas, o cuando convives en cada paso con las bostas de vaca y oteas el horizonte deseando un encuentro con el misterio de sus miradas pacíficas aunque hoy no sea posible...
Así que subimos sintiéndonos caminantes de otros tiempos y de estos tiempos, mimetizamos con el ambiente que nos acogió, sucumbimos ante paisajes que nos devolvieron esencias propias que no deseamos que desaparezcan ni que se difuminen en la niebla que nos acompañó, y aceptamos la compañía de una lluvia que nos orientó a desear volver en un día en el que el sol podría regalarnos otro tipo de virtudes. Resolvimos sortear pasos anegados de humedades de una tierra pródiga bendiciendo cada una de sus dádivas, y agradecimos la compañía y la confianza, la oportunidad de compartir y de ser un@ mism@ sin más premio que el propio acto de seguir caminando una vez más.
Y regreso tempranero en un domingo en el que es importante posar en tu hogar la experiencia antes de mentalizarte de que mañana es otro día.
Gracias por el motivo y la oportunidad, querid@s.
S., febrero 015




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